Más de una vez me he preguntado si no vivimos en tiempos poco propicios para la literatura. Para escribirla, digo. Cuando uno lee novelas sobre personas del siglo, pongamos por caso, XVIII, uno entra en una atmósfera que tiene algo de romántico: la vestimenta, la casa con chimenea, los caminos de tierra cercados por la bruma, las cartas con novedades importantes, las conversaciones profundas en tono afectado... Luego uno se vuelve hacia el hoy y se encuentra con seres de musculosa y jogging encerrados en un ambiente con aire acondicionado mientras expresan sus sentimientos en el chat a través de emoticones. Que quiere que le diga, yo con eso no puedo trabajar. Así que me propuse traer un poco de esa magia a nuestro prosaico tiempo, convirtiéndome a mí mismo en el héroe de esta emocionante aventura que llamamos vida.
¿Por donde empezar? me pregunté. Y me pareció que uno no puede tener aventuras como la gente si tiene que responder a un trabajo de 9 a 18 hs. Imposibilitado de obtener mi plata de las rentas de propiedades familiares o alguna herencia cuantiosa, concluí que lo más sabio era pedir una licencia con goce de sueldo en mi trabajo. Antaño los enfermos se embarcaban en viajes a Italia o Suiza porque el médico les recomendaba el aire, pensé. Y, sí; en Suiza el aire es otra cosa. No me va a comparar el aire suizo con el de, digamos, Laferrere. Es un aire muchísimo más fino. Con la convicción de que era parte de mi destino de grandeza literaria, encaré a mi jefe para comunicarle las nuevas:
Pablo: - Debo partir con premura hacia otros parajes.
Jefe: - ¿Eh?
Pablo: - Prescripciones médicas me obligan a ausentarme de estas tierras.
Jefe: - ¿Qué te pasó?
Pablo: - Siento una opresión en los pulmones por el aire del subte. Creo que unos meses en Pinamar serán reconstitutivos.
Se ve que no compartíamos convicciones sobre mi destino, porque exclamó cosas poco poéticas sobre mi madre, me invitó a realizar actos irreproducibles y finalmente me encargó que preparase una planilla de excel para no sé que reunión. Personas menos magnánimas se hubiesen desalentado, pero no un ser con destino de grandeza.
Habidas cuentas de que tendría que arar con aquellos bueyes supuse que -si no era el marco- sería el contenido lo que daría el matiz épico a mi relato. Y ¿qué son todas las grandes historias sino historias de amor? La búsqueda del amor esquivo estaría en el centro de mi epopeya. Era evidente que para tal fin mi mujer no servía. En principio porque la búsqueda sería más bien corta. La elegida debía tener algo de inalcanzable. Se imponía que hubiesen obstáculos de algún tipo: familiares, de condición social, algún otro hombre... El mundo en contra de nuestro amor.
Y fui por todo. Mi particular luminosidad intelectual me indicó quién debía ser la musa: Araceli Gonzalez. Piensenlo bien ¿quién podía cumplir mejor los requisitos que una famosa y adinerada actriz que está de novia y tiene un ex-marido poderoso? ¿soy yo o era demasiado evidente? Y aunque entendía que ella tal vez no estuviese al tanto de mi destino de grandeza, estaba seguro de que lo sabría en el momento en que un beso le abriese los ojos cual bella durmiente.
La intercepté a la salida del canal en que trabaja y le comenté de la mágica trama que se estaba desarrollando y que nos involucraba. Le produjo una gran alegría, o por lo menos eso dejó ver su sonora carcajada. Después pareció abrigar dudas. Pero yo estaba preparado para eso, así que le estampé un beso. Efectivamente hice que abriera los ojos. Como dos platos los abrió. Y después me pegó un rodillazo en la ingle. Y entonces la maquinaria se puso en funcionamiento: su novio me golpeó, unos señores que decían venir de parte del ex-marido también y, cuando estaba en el suelo, su madre escupió sobre mi cuerpo yacente. "Ya están los obstáculos, ahora viene la parte del encuentro" pensé antes de desmayarme. Pero todavía faltaban un par de obstáculos: la orden de restricción del juez y la pobreza absoluta en la que me dejó mi mujer cuando se llevó todo. Es verdad que estaba amparada en el ventajoso divorcio que sacó gracias al estado público que tomó la cuestión. Y también es verdad que esto último tampoco favoreció mi continuidad laboral, por lo que la pobreza se proyecta en el mediano plazo. En resumen, estoy donde quería.
He de ponerme en marcha. Y, aunque ahora tengo que despedirme abruptamente porque el dueño del ciber parece haberse percatado de que no tengo con qué pagarle el tiempo que he gastado en escribir esto usando mi brazo sano, sepan que la maquinaría se ha puesto en funcionamiento. En poco tiempo se habrá completado mi destino de grandeza.
8 comentarios:
y si se deja las patillas, hasta se parece al de la foto!!
Se vistió epicamente acorde para el encuentro con Araceli o fue de 2009 nomás? A lo mejor eso fue lo que la desconcertó...
Igual no me va a negar...más de uno le envidiaría hasta donde llegó!
Le recomiendo que se pesque alguna enfermedad debilitante, algo muy al tono en las novelas románticas del siglo XVIII. Tuberculosis estaría muy bien, pero tal vez adquirirla no resulte tan fácil. Un buen dengue está al alcance de cualquiera, si quiere disfrácelo de malaria que viste mucho, también.
Mire... el camino a la grandeza está repleto de estos pequeños detalles. No les haga caso y continúe con su política de dejarse besar por mujeres famosas.
El problema real lo va a tener cuando llegue a destino. O sea, a la grandeza.
¿Usté está seguro de lo que quiere?
Un saludo.
Me anoto entre los que lo envidian, créame. No tengo ni el talento ni los cojones para hacer lo que usted pergeño (Araceli Gonzalez!! faaa!).
Le mando un elogio cuando ya pasaron dos posts desde aquel otro memorable, aquel que fué intitulado Repudio del elogio, nada mas que para que se sienta incómodo.
Ouchurus, eso explica todo. Debe haber sido mi vestimenta contemporánea la que la confundió.
Sepa que los que me envidian eso son personas sin destino de grandeza que se conforman con una cara linda, un cuerpo exhuberante y...¿de qué estabamos hablando?
Bugman, no se preocupe que nuestro Gobierno está en campaña para que los ciudadanos de bien podamos pescarnos tuberculosis nuevamente. Por ahora tiro con un resfrío molesto y febrícula.
Yoni, usted lo ha dicho como nadie: detalles. Pero es la grandeza la que me obliga a besar muejeres de cara bonita con cuerpos exhuberantes y...hoy me pierdo con facilidad. !Ah, sí¡ La grandeza. No se trata de lo que yo quiera; lamentablemente estoy condenado al éxito.
Viejex: usted me hace un favor. Asumo que cuando mis planes se cumplan tendré que lidiar con los elogios constantes. Sumo la incomodidad que me produce a la lista de contrariedades que dan impulso a mi tarea humanitaria.
Valentía, nobleza, gallardía: todas virtudes que no le faltan caballero.
Y si es por la otrora impensable tuberculosis, no se preocupe, tenemos varios internados.
Venga a leerles sus manuscritos y asegúrese de que le tosan en la cara.
PD: Ouchurus es la mujer ideal. La mujer que admira su arrojo tal vez un tanto bizarro a los ojos de la masa.
"Ce-rriw-den!!!!Ce-rriw-den!!!!
la olaaaaaaaaaaa!!!!!!
perdón...no me pude contener...
Cerriwden, ¡cuanta generosidad! Cuando pueda decir con toda confianza "estoy tísico" entre accesos de toz, sepa que me acordaré de la ayuda que me prestó.
Como podrá ver, Ouchurus tiene una mejor recepción de los elogios que yo. La famosa complementariedad.
Aún a riesgo de quedar como un nerd quimicamente puro, no puedo dejar de notar que no sólo a la masa mi comportamiento le parece bizarro, puesto que usted también lo considera valiente (cfr. diccionario de la RAE)
Ouchurus, me remito a lo dicho sobre su capacidad de lidiar con los elogios. Sólo le pido una cosa: conténgase.
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