miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Y si Stanley Kramer tenía razón?


Cuando, comentando algún evento, una persona exclama: "¡Que loco que está el mundo!" tengo que confesar que no sé que hacer. Debería interpretar que lo que dice del todo lo afirma también de sus partes. Entre esas partes me encuentro incluido, por lo que se desprende que me está negando razonabilidad. Y eso no le gusta a nadie. Atendiendo a mi carácter no belicoso y al probable descuido que se le haya deslizado a nuestro pobre imbécil, decido que lo mejor es educarlo al respecto. Quizás incluso yo haya cometido la falacia de división. Eso tampoco le gusta a nadie. Bah, por lo menos a los que saben qué es una falacia. Bah, a los que la sufren. Bah, quizás a nadie le importe. Lo que sacamos en limpio es que debo educar a un imbécil. Pero cuando me dispongo a iluminarlo, veo que en la actualidad reconocer la locura es cada vez más difícil. Podría decirme que es porque el mundo se volvió loco, pero quedaría como un imbécil. Y eso -y cometer falacias de división- es algo que no le gusta a nadie. Concedo que es difícil, pero esto ocurre porque los parámetros han mutado hasta dejar al observador imparcial en el más absoluto desconcierto.

Signos con los que antiguamente se identificaba a una persona como insana:

a) Habla sólo.

b) Cree que es alguna celebridad.

c) Hace cosas irracionales.

d) Se percibe su aspecto sucio y desprolijo.

Pero un espíritu lógico me obliga a plantear como inválidos todos los signos anteriores. Veamos cuales serían los sed contra (pero en cambio) que desarticulan cada una de estas tortugas donde los amigos del lugar común sostenían su mundo de adjudicación de locura:

a) la irrupción en el celular de la tecnología de manos libres ha hecho imposible distinguir cuando una persona habla sola. Tanto por la calle como encima de un auto (entiendo "encima" como "dentro de" pues si se entendiese como "arriba del techo" quizás entonces tendríamos alguna pista sobre el estado mental del individuo en cuestión) podemos ver personas que hablan cuando no hay ningún interlocutor o aparato telefónico a la vista para avalar la práctica. Es más, a mayor nivel adquisitivo el aparato es más sofisticado, lo que en telefonía celular muchas veces quiere decir más chico. Algún atrevido podría decir que entonces habría que fijarse en el nivel adquisitivo para ver si es una persona sofisticada o un loco de mierda. ¿Como? Viendo el traje que porta o el auto en el que está. Pero si ese fuese el caso, la gente no debería hacer terapia sino solamente ponerse trajes caros o subirse a Mercedes Benz. Esto dejaría a los psicólogos sin trabajo y a los dueños de concesionarias de autos caros en el Olimpo económico. Los psicólogos, quebrados económicamente, no podrían acceder a trajes caros o un Mercedez Benz y serían declarados "locos". Paradójico, pero claro como el agua.

b) Napoleón fue un gran personaje histórico. Su legado en nuestros días consiste en la bastardeada imagen de una persona con un gorro atravesado y la mano en su panza en un manicomio. Si bien le echo la culpa de esto a la revista Condorito, al parecer un signo inequívoco de locura es creer que uno es una persona famosa. Pero basta un poco de zapping para ver ignotos seres humanos sin mérito alguno que, de la noche a la mañana (tal sería la mutación en la grilla televisiva), se convierten en personas cuyas opiniones merecen ser escuchadas por miles de personas. Todo el que ha visto Gran Hermano (y lo ha negado frente a los que se lo pregunten) puede dar cuenta de como, después de no hacer nada en una casa por 100 días, uno queda habilitado para hacer una reflexión sobre la realidad política del país o sobre las peleas internas de otros ignotos semejantes en un programa de chimentos. O eso me han contado ya que -más que de fugaz pasada- nunca he visto ese programa. En resumen: es muy difícil determinar quién es famoso y quién no.

c) Es verdad que alguien que hace cosas irracionales, según el antiguo principio operari sequitur esse ("el obrar sigue al ser"), debe ser irracional. Pero cuando se determinó cuál había sido la obra de arte más influyente del siglo XX, se eligió "Fuente" de Marcel Duchamp. Sí, el minjitorio que se aprecia en la foto. Ahora, eso nos vuelve a plantear si el mundo no se ha vuelto loco. Pero como no queremos caer en la imbecilidad, saltearemos con disimulo este punto asumiendo que lo hemos resuelto positivamente. Eso hicieron los curadores ingleses que eligieron Fuente ¿por qué nosotros habríamos de ser menos?

d) Nos queda siempre la percepción directa: la barba tupida y desalineada, la ropa rotosa, el murmullo inteligible en tono violento... Pero cualquiera que haya visto las imagenes de un actor de Hollywood en un día libre rodeado de paparazzis sabe que no se distingue de lo que acabo de enunciar. Además, es notable como la moda va evolucionando hacia la no-moda. Las humildes ojotas y la remera blanca de cuello vencido que antes eran propias del portero que baldea la vereda en verano, son ahora artículos indispensables en el guardarropas de cualquier metrosexual que se precie de tal.


Quizás no nos quede más que rendirnos a la evidencia de que los únicos razonables sean los locos, según nos dice Chesterton, con cuyas palabras (en un sentido homenaje a Gog) terminaremos esta irrupción: “Los que han tenido la desgracia de tratar con gentes que se encuentran en pleno desorden mental o muy próximas a tal estado, saben que la característica de estas gentes es una espantosa, una siniestra clarividencia del detalle, cierto don para relacionar entre sí las cosas más distantes, mediante mapas y enredijos mentales tan confusos como un laberinto. Si os atrevéis a discutir con un loco, lo más probable es que llevéis la peor parte, pues, por mil insospechados caminos, su mente va siempre tan a prisa, que en vano procurarían alcanzarla los pasos contados del buen juicio. Ni siquiera le estorban al loco el sentimiento de lo cómico, las consideraciones de caridad o las obscuras certezas de la experiencia, y, por lo mismo que ha perdido muchas de las sensibilidades propias de la salud, resulta más puramente lógico. Ciertamente, nada hay tan equivocado como la frase hecha con que se designa la locura: la pérdida de la razón. No, el loco es el que ha perdido todo, todo menos la razón.” (G.K. Chesterton, Ortodoxia, FCE, p. 31).


Nota del autor: Stanley Kramer es el director de la película "El mundo está loco, loco, loco" de 1963.

viernes, 23 de mayo de 2008

Tiempos modernos


Lo bueno de vivir una transición tecnológica es que uno puede dimensionar mejor la novedad o la complejidad de la nueva tecnología. Si bien de la frase "en mi época..." en general no se sigue nada bueno, no deja de ser verdad que alguien que tuvo su primera televisión -blanco y negro- a los 14 años ve con mayor claridad lo que significa la televisión por cable que un pre-adolescente de 14 años que ve el cable como el piso necesario para hablar de una casa civilizada. No tener cable es para él como no tener agua potable. Alguno me podrá objetar que un pre-adolescente de 14 años no entiende nada de la vida, y eso incluso explicaría por qué Cris Morena tiene tanto éxito, pero el mismo principio se puede aplicar a otras generaciones, quizás porque en todas la capacidad de asombro está demasiado aletargada.

Yo tengo una cámara de fotos. Sí, sí...digital. 4.1 megapixeles...mirá, para lo que me salió está bastante bien...no, zoom digital...es verdad, el óptico es otra cos... En fin, la cuestión es que cuando pienso en el proceso mediante el cual apretando un botón yo puedo pasar a tener un papel impreso con esa misma imagen que estaba delante mío, tengo que reconocer que me acerco bastante a los indígenas que pensaban que las cámaras de fotos robaban el alma de las personas. Por eso (porque no quiero quedar como un neanderthal entre luminarias del siglo XXIII) me permito marcar ciertos puntos de la vida que nos toca transitar que, por ser tan cotidianos, no nos mueven a la reflexión lo suficiente.

Como nombré la cámara de fotos, lo mínimo que puedo hacer es aclarar que lo que dije anteriormente no es del todo cierto. No, no, es verdad que tengo una cámara digital; lo que no es enteramente cierto es que esa imagen que capto termine efectivamente impresa en un papel. Con las cámaras de rollo, sacar una foto era una ceremonia. Solo había 36 oportunidades, así que se despertaba un profundo proceso de selección sobre aquello que realmente valía la pena inmortalizar. Con una cámara de rollo nunca encontraríamos autofotos en un omnibus ¿Por qué pagaría plata por ver recortada mi cara y la de alguien más (que no se alcanza a ver quién es) con un respaldo de asiento como fondo? No, la foto implicaba la selección del escenario, de los participantes, el cierre previo de ojos para no arruinar la foto con un parpadeo inoportuno... La "espontaneidad" es para los jeques. Actualmente tenemos 320 fotos de un fin de semana en la casa de José Oblongo, pero todas ellas están en la computadora de casa. Como se suman a las 540 fotos de la recibida de primaria de la prima de mi cuñado, la verdad es que no hay plata para imprimirlas. Es un circulo vicioso. En un futuro cercano, los albumes familiares de fotos serán sustituidos por dibujos pre-escolares de situaciones que uno recuerda confusamente. El lector fiel ya sabe cuál es la ventaja de las predicciones futuristas.

Pero si realmente queremos reflexionar sobre el suelo que estamos pisando, tenemos que decir algunas palabras sobre internet. Si llegó hasta aquí es porque tiene un cierto dominio del manejo de internet (o un sorprendente dominio sobre alguien que lo tiene) Probablemente tenga usted un cuenta de mail. No, no venga con eso de que es obvio porque conozco gente que no la tiene. Su actitud es la misma que la de un pre-adolescente de 14 años con respecto al cable...y a internet también. Pero no me enfrascaré en disputas inútiles (disputas dije, cómo está hoy) porque persigo objetivos más altos. La cuestión irreflexa me parece que es la cantidad de contraseñas que nos exige la vida moderna. Poniendo sólo el caso del mail, yo saqué mi primera cuenta en yahoo en 1998. Sí, seguro que usted ya tenía. La cuestión es que al poco andar se popularizó el messenger. Entonces se me vinieron a la cabeza dos momentos trágicos de mi vida: el primero fue cuando en 1990 compré el album de figuritas de la película de Batman (la primera, la de Michael Keaton) y -como estaba el del mundial de Italia- no conseguí nadie para cambiar figuritas en un colegio de más de 3000 alumnos. El segundo se remontaba a 1996, cuando con la impresionante Machintosh familiar no podía usar el PC futbol, popular juego de futbol para PC que todos mis compañeros -excepto yo- disfrutaban a destajo. Quién argumente aquí que la Mac tiene mejores gráficos o mejor sistema operativo tiene la empatía de Charles Manson y no merece ser padre. La cuestión es que, con esos antecedentes, me negué a quedarme atrapado en yahoo, y saqué una casilla de hotmail. Voy a obviar aquí las casillas laborales, que sin embargo suman nuevos passwords (con la diferencia que en las casillas personales he mantenido el password desde el día 1 y estos los tengo que cambiar una vez por mes. Quizás si me ofreciesen un puesto como Presidente de Coca-Cola preguntaría primero si eso implica tener una nueva dirección de mail) Hace cuestión de días decidí que quería hacer un blog ¿me servía alguna de mis direcciones existentes? Desde ya que no. Así terminé con un gmail. Si tuviese una figurita de Batman por cada nueva casilla de mail, nunca hubiese tenido aquél problema en primer lugar. A esto hay que sumarle las claves para manejar mi cuenta bancaria por internet, para poder hacer comentarios en determinados diarios on-line, para páginas de búsquedas laborales, para Facebook, para la AFIP y siguen las firmas, con lo cual parece que lo mejor que uno puede hacer es irse a vivir a las cuevas. Paradójicamente, mientras más conectados, más resguardados. Una vez pensé si no me convenía hacer un excel con todas las claves que tengo. Pero la idea de hacer un archivo único que no tiene ninguna seguridad para que tenga los accesos a todas aquellas cuestiones que requieren alguna seguridad, me hizo sentir como quién se desnuda en la cárcel para que no le roben la ropa.

No quiero que esto le traiga alguna inseguridad, después de todo -y aunque a veces lo parezca- usted no es ningún pre-adolescente de 14 años. Porque si lo que en realidad quisiera fuese provocarle alguna inseguridad, le preguntaría ¿sabe usted donde está su mail en este momento? Antes de que se burle de mí, piénselo un instante. Usted usa su mail personal para acumular toda clase de basu...cosas. Su mail es, en algún punto, una suerte de memoria. Quizás un día abra el diario y lea la noticia "Explosión en Bakersville, Georgia". Con la indiferencia que le provocan las noticias que tienen otro código postal, pasaría directamente a la parte de los chistes. Lo que usted no sabe es que en ese lugar estaba el servidor que contenía la información de su mail. Más tarde, al tipear su contraseña le aparece un cartel que dice: "La casilla de mail especificada no existe". Vuelve a tipear. "La casilla de mail especificada no existe". Lo hace una tercera vez siguendo una por una las letras para chequear que no haya error. El cartel se violenta. "No joda más. Le dije que no existe". ¿Que pasaría? "¿En qué habíamos quedado con tal tema?", "¿qué me había dicho Juan que no había que decirle al embajador japonés?", "Tenía un chiste buenísimo... pero no me lo acuerdo", "Que bien me vendría ver un paisaje alpino en power point junto con frases inspiradoras". Así, sin memoria de los últimos años y sin fotos que lo ayuden (porque se había negado a imprimirlas), usted se sumiría en la más honda de las miserias. No crea que hago esto para justificar la intervención anterior sobre el mal cósmico. No, no soy un globalizacionfóbico ni me verá tirando cosas en la próxima cumbre del G8, pero la verdad es que usted me obliga a extremar las cosas para ponerse a reflexionar. Seguro que piensa que una cosa así tiene back up ¿Está tan seguro? ¿por qué habría de preocuparse por su seguridad informática un hiper nerd de Bakerville, Georgia, por quién justamente los mails tienen passwords en primer lugar?

Por último, me referiré a las redes sociales propias de la llamada Web 2.0. No fue hace mucho cuando tomé contacto con las llamadas redes sociales. Yo quería unas fotos y mi hermana me dijo: "te las subo a Facebook". En ese momento, lo que entendí podría traducirse como: "si jamón cuadrado no lloviendo practicar árbol". Efectivamente, no entendí nada. Ahí me desayuné con la existencia de estas especie de páginas webs personales. Al ver la de mi hermano lo comprendí: era una verdadera pesadilla. La sobreexposición total. Amigos suyos de distintos lugares pugnaban por ver quién conocía mejor sus defectos. Es como encontrarse con dos amigos distintos al mismo tiempo o como esos cumpleaños en los que uno -por estar con todos- no está con nadie, pero extendido en el tiempo. Sé ve que tanto pavor no me dió porque terminé armando un blog. Incluso alguno podría argumentar que ahora agregué en mi perfil que se viese mi nombre completo. No se trata, infame lector, de un acto de confianza porque considere que hemos generado algún tipo de relación, sino que la explicación es enteramente otra. Mi nombre es casualmente el mismo que el del bajista del grupo español La Oreja de Van Gogh, lo que hace que poner mi nombre completo me de una mayor oportunidad de llegar a lectores españoles o a algún que otro distraído amante de la pintura.
Si la cuestiones aquí planteadas le han ocacionado algún recelo con respecto a internet o la tecnología, ha entendido todo mal. Ha llegado a este blog gracias a internet, y eso debería ser argumento suficiente para que agradezca el día en que un experimento militar norteamericano devino en un medio de acceso a información cuestionable, fotos (no impresas) de celebridades y powerpoints con paisajes alpinos y frases inspiradoras. Eso sí, trate de no dejar de sorprenderse; eso -como sabemos- se lo dejamos a los pre-adolescentes de 14 años.

lunes, 19 de mayo de 2008

Primeros pasos. Primeras repercusiones.

No va a ser siempre así. No va pasar que cada vez que postee algo explique el título, pero sí quiero empezar con una aclaración. En realidad el título iba a ser al revés: "Primeras repercusiones. Primeros pasos" para dar a entender que empezaría refiriéndome al feedback primario que recibió esta iniciativa para después abocarme -ahora sí y sin más preámbulos- a la cuestión misma del blog (o sea, un monólogo febril sobre algún tema que me parezca) Pero volví sobre mis pasos porque antes de dar paso a algo nuevo, hay que reconocer que los primeros pasos ya fueron dados. ¿Debería entonces volver sobre ellos? Paso. Por eso decidí que solo quedase en el título, para no tener que hablar de ello. Considero que hasta acá es suficiente de "no hablar de ello".

Agradezco a todos aquellos que con sus palmadas y palabras de apoyo mostraron (u ocultaron bien) sus sentimientos hacia esta iniciativa. Agradezco también a aquellos que, pareciéndoles ridícula, se abstuvieron de hacérmelo saber. Tengo en cuenta todas las recomendaciones que me han hecho, aún para ignorarlas. De hecho la falla más grave que veo es que la parte de los costados parece el empapelado de una casa del siglo XVII...en la que vivía una pareja de 90 años..con onda retro. Mis ínfulas de diseñador llegaron solamente hasta la confección del banner, así que veré como lo resuelvo.



Lo bueno de una primera entrega es que nunca puede decirse que el blog "está perdiendo calidad". Esa es una nueva oportunidad que les presento ahora. Sobre lo dicho la vez pasada, un pedido casi unánime fue el de aclarar el título en latín. Mi padre buscó un traductor on line que arrojó el siguiente resultado: "Ver mejor duchar pero empeorar seguir". Si esta fuese la traducción, no solo se explicaría la caída del Imperio Romano, sino que el famoso "guiño" a los cultos sería interpretable más bien como el tic de una persona con nervios arruinados por el exceso de alcohol etílico en sangre. Quizás no sea este el mejor lugar para decirlo, pero internet está lleno de porquerías. La frase quiere decir: "veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor".



Dije la vez pasada que los temas abordables podían ir desde el urticante tema del mal hasta la confección de garrapiñada de almendras. No aprendí a hacer garrapiñada de almendras, así que consideré que el tema del mal era una arriesgada pero interesante opción. Entonces pensé: ¿por qué carajo la gente querría saber lo que yo pienso con respecto a cualquier cosa en general? Fue ahí cuando recordé que el programa de chimentos de Jorge Rial es uno de lo que tiene más rating. Los motivos de tal exito son claros:


1) la seguridad con que las personas involucradas opinan. Hablan de la vida sentimental de un actor como quién enuncia el teorema de Tales.


2) las siliconas que portan las entrevistadas.


Se generó en mí una convicción inexpugnable: debía implantarme siliconas y sentarme a escribir sin que me temblase el pulso. Por motivos económicos, lo único que prevaleció fue la seguridad. Y aún ésta se vió afectada por la ausencia de pechos firmes.


En fin, solo queda una aclaración más: sobre el mal en su nivel escandaloso (el sufrimiento de los niños, los desastres naturales, que le vaya bien al inmoral, etc...) otros han hablado más y mejor. Sólo decir que se produce en este misterioso tema una brecha entre dos posiciones*: aquellos que sostienen que un mundo de estas características no puede ser obra de un Dios bueno y quienes no ven en ello un problema insoluble. Los primeros alzan su puño al cielo en señal de protesta, en una actitud que es -paradójicamente- religiosa: “¿Pero con qué demonio obtuso, con que extraño mago habían poblado entonces su cielo, ustedes que hoy lo declaran desierto? ¿y por qué bajo un cielo vacío buscan ahora un mundo sensato y bueno?” dice Emanuel Levinas en su ensayo Amarás a la Torá más que a Dios (que hace de prólogo a Iosl Rákover habla a Dios de Zvi Kolitz) La idea es que la reacción sería el reconocimiento de un orden quebrantado. En esa misma línea se sitúa Guardini cuando dice "También la protesta se da de modo esencial. En forma clara, contra el desorden de la existencia, contra el dolor y la confusión; en forma oculta, contra el hecho de que la existencia sea como es. Tampoco sería posible en una existencia “natural”. En una “naturaleza” se puede sufrir, se puede incluso ser aniquilado, pero no se puede alzar la voz contra ella” (Romano Guardini, Mundo y persona, Ed. Encuentro, Madrid, 2000, p. 27) O sea, a llorar al campito. Yo soy de los segundos, que piensan que lo que es insoluble es la idea de crear hombres libres cuyas acciones no tengan consecuencias. Pero para qué escucharme a mí cuando Lewis lo dice con tanta claridad: "Este orden de cosas ¿está de acuerdo con la voluntad de Dios, con lo que Dios quiere, o no? Si lo está, es un extraño Dios, dirán ustedes; y si no lo es, ¿cómo puede suceder algo contrario a la voluntad de un ser con poder absoluto?
Pero todo el que ha gozado de autoridad sabe que algo puede estar de acuerdo con nuestra voluntad, con nuestros deseos, en un aspecto, y no en otro. Puede ser muy sensato que una madre diga a sus hijos, “no voy a obligarlos a ordenar la sala de estudios cada noche. Tienen que aprender a mantenerla ordenada ustedes solos”. Luego sube una noche y encuentra el osito de peluche y la tinta y la Gramática Francesa, todos tirados en la chimenea. Eso es contrario a sus deseos. Ella preferiría que los niños fueran ordenados. Pero, por otra parte, es su voluntad la que dio libertad a los niños para ser desordenados. Lo mismo sucede en cualquier regimiento o sindicato o escuela. Determinas que algo será voluntario, y la mitad de la gente no lo hace. No es lo que deseabas, pero tu voluntad lo ha hecho posible.
Probablemente es lo mismo en el universo. Dios creó cosas que tenían libre albedrío. Eso significa criaturas que pueden actuar bien o mal. Algunos piensan que pueden imaginarse una criatura libre, pero sin posibilidad de actuar bien; yo no puedo. Si algo tiene libertad para ser bueno, también la tiene para ser malo. Y el libre albedrío es lo que ha hecho posible el mal. ¿Por qué, entonces, les dio libre albedrío? Porque el libre albedrío, aunque hace posible el mal, es también lo único que hace posible cualquier amor o bondad o alegría dignos de tenerse. Un mundo de autómatas –o criaturas que trabajaran como máquinas- difícilmente sería digno de crearse. [...]
Por cierto Dios sabía lo que iba a pasar si usaban su libertad de manera equivocada; aparentemente, pensó que el riesgo valía la pena.
Cuando hayamos entendido el libre albedrío, veremos lo tonto que es preguntar, como alguien me preguntó una vez: “¿Por qué hizo Dios una criatura con un material tan podrido que se echó a perder?” Mientras mejor sea la materia de que está hecha una criatura –mientras más hábil y fuerte y libre sea-, mejor será si toma por el buen camino, pero peor si toma el malo. Una vaca no puede ser muy buena ni muy mala; un perro puede ser mejor o peor; un niño mejor o peor todavía; un hombre común, más aún; un hombre de genio, mucho más; un espíritu sobrehumano, el mejor –o peor- de todos.”
(C. S. Lewis, Mero Cristianismo, Ed. Andrés Bello, Santiago de Chile, 1994, pp. 49-51)"


Como dije, no creo estar a la altura para desarrollar esto en profundidad, así que decidí hablar de un mal mucho más palpable en lo cotidiano pero a la vez más impersonal que el antedicho, tan impersonal que le he dado en llamar "mal cósmico". ¿De que se trata? De aquellas cuestiones -quizás menores- que nos aquejan y frente a las cuales no encontramos un culpable (o lo encontramos a sabiendas de que no nos sirve como desahogo) aunque nos sintamos perjudicados. El termómetro de este tipo de mal no es el horror, sino solamente el mal humor.


Leibniz postulaba que este era el "mejor de los mundos posibles". Voltaire en el "Cándido" satiriza esta idea, que parecía no haber sobrevivido al terremoto de Lisboa. Yo voy más allá; digo que si Leiniz escribió eso es porque nunca se levantó a tomar agua de noche y se golpeó el dedo chico del pie contra la mesa de luz. El problema que surge en tal situación es ¿de quién es la culpa? ¿mía? No es una respuesta aceptable. Lo que la mayoría tiende a hacer es a insultar a la mesa de luz, en un acto nocturno de antropomorfización que permita algún desquite. ¿Terminaste de escribir un trabajo, se cortó la luz y el trabajo desapareció sin dejar rastros? No me digas que no miraste al monitor de tu computadora como si fuese alguien que disfruta prodigando males y te lo imaginaste sonriendo socarronamente. Ahora ¿de quién es la culpa? ¿de Bill Gates? Se que te gustaría pensarlo, y quizás encauzar tu odio contra alguien que tiene más dinero de lo que podrías ahorrar en 8 vidas y una contextura que permite pensarte victorioso en una pelea mano a mano sea gratificante, pero no es así. Es el azar.


La palabra azar nosotros la asociamos a las cartas o a los dados, pero en realidad no es más que varias causas independientes entre sí cuyos efectos confluyen en un punto. Ahora, cuando ese punto es el dedo chico del pie, uno quiere que corra sangre.


Es verdad que el azar no usa anteojos como Bill Gates, pero de igual manera no se le puede pegar. Ahí, en esa impersonalidad, es donde radica el mal del mal cósmico. Pero esta impotencia dice mucho con respecto a nuestra tolerancia a la frustración y su contracara, el deseo de encontrar culpables que exhorzicen ese mal padecido. Que yo no tenga la culpa implica que otro la tiene. La idea de un mal sin responsables nos parece impensable. No pretendo mover a la culpa, sino solo evitar una caza de brujas cuando algo sale mal (en realidad, no tenía más pretención que enunciar mi teoría del mal cósmico, pero ahora no quiero parecer negativo, así que recurro a alguna moraleja salvadora) Por eso, la próxima vez que te vayas de cara al piso por no haber visto la baldoza levantada, antes de putear pensando a quién estarás puteando, sabete punto de confluencia de distintas causas y, con ese orgullo, seguí tu caminata silbando bajito.


Quién sabe, quizás Bill Gates me tire unos mangos por haber evitado que algunas personas lo golpearan.



* al respecto se pueden leer el libro V de los Hermanos Karamazov de Dostoievsky.

viernes, 16 de mayo de 2008

"Video meliora proboque sed deteriora sequor"

En un blog enteramente nuevo, las primeras palabras tienen un peso importante. Si el blog deviene en un suceso, siempre se verá cuales fueron aquellas primeras palabras "con las que todo empezó". Si, por el contrario, el más rotundo fracaso se cierne sobre el proyecto, aquellos que tuvieron el infortunio de toparse con la página podrán esgrimir: "Era de esperar ¿viste lo que eran las primeras palabras?". Es por eso que, conciente del peso que tendrían las primeras conjunciones de letras, decidí recurrir a una enigmática frase en latín que me levante unos puntos en la estima del lector medio y sirva de guiño para aquellas almas cultivadas que supiesen de qué se trata. Es verdad que con el correr de los párrafos los primeros se darán cuenta que no parece haber un intelecto detrás que justifique el grandilocuente uso de una lengua muerta; los segundos -ya percatados de ello- solo descubrirán que mi latín es a duras penas mejor que mi danés, pero a esa altura será mi problema, y no el de las primeras palabras.


Si hay algo que sea más dificil que elegir las primeras palabras es elegir el título. Será el nombre (ni más ni menos que la carta de presentación) lo que primeramente logrará que ese blog logre asomar la cabeza de entre la multitud de pares o el que lo condene al ostracismo virtual. Y si hay algo que le gana al latín es el griego, los filólogos lo saben. Hay dos cosas que los filólogos saben: actuar y sobre las distintas lenguas. Cuando en los congresos de Filología se juntan a jugar a las cartas y uno dice "¡Tengo latín! me llevo el pozo" otro le retruca: "Eso si yo no tuviese griego...". Griego mata latín, lo saben todos (y el danés a ambos, pero es muy improbable sacarlo) Si la imagen de un filólogo está más asociada a la de rata de biblioteca que a la de un timbero desenfrenado es -justamente- porque sabe actuar.


Debo confesar que esta necesidad de sobresalir de alguna forma me hizo pensar en ponerle como nombre una palabra que se buscase mucho en la web. Así surgió la idea de que se llamase "Pornografía", pero después pensé que, por un lado, eso me hubiese hundido en un oceáno aún más grande de sites y, por otro, que no se si los lectores que uno pretende sean hombres que exhudan testosterona y que probablemente no estén dispuestos a cambiar fotos de rubias pulposas por una reflexión sobre las ventajas del formato blog para al actividad literaria. En todo caso la elección del nombre no fue arbitraria; o sí, pero tiene que ver con una declaración de objetivos. Cuando me preguntaron sobre qué sería el blog, lo único que podía responder es que sobre nada en particular. Ante las miradas escépticas, me veo obligado a plantear 2 argumentos de por qué eso es, no solo posible, sino incluso conveniente:

a) Jerry Seinfeld hizo una de las más populares sitcoms que se hayan visto. El tema de la serie era "sobre nada". Jerry Seinfeld es multimillonario.

b) soy profesor de filosofía y si hay una virtud (o vicio, según quién lo diga) de los filósofos es la capacidad de hablar sobre las cuestiones más diversas. No se puede decir que Aristóteles fuese millonario, pero al tipo le daba para vivir en Grecia. La defensa descansa.


Esto no me exime de tener un cierto objetivo, y es ahí donde recurriré a la ambigüedad que me permite el nombre elegido: el kairós es el tiempo; no en un sentido extenso sino más bien "el tiempo", "la oportunidad", "el momento justo". Este blog no es más que un espacio para que yo me quite las ganas de escribir y usted (o quizás te debería tutear, ya que calculo que entre leer este blog y conocerme no debe haber tanta distancia) pueda leer algo ameno que a veces pueda aportar ideas o datos interesantes. Y creo que tiene sentido hacerlo porque no puede ser que el único argumento para probar que leer es divertido sea Harry Potter. Es como decir que para que la gente lea hay que ser mago. Quizás este último chiste sea un lugar común, pero no se preocupe, no será el único.


El empujón para empezar me lo dió un compañero de trabajo que llamaremos "García" (lo que tiene sentido dado que ese es efectivamente su apellido) quién, ante mis innecesariamente largos mails, me sugirió que debía escribir. Ahora bien, esto tiene dos interpretaciones:

a) "me gusta tu forma de escribir y creo que más gente debería disfrutar de tu excelsa prosa".

b) "este no es el lugar para que hagas esas boludeces. Si vas a insistir te ruego que sea en otra parte".

No creo que haga falta que aclare cuál es la interpretación que elegí.


¿Por qué en formato blog? Un profesor de Ciencias Económicas me decía el otro día que para él los diarios tal como los conocemos en el futuro iban a desaparecer para dar lugar a redes de blogs en los que cada persona pudiese contar las noticias desde el lugar de los hechos. Creo que se dejó llevar por el entusiasmo. En su favor hay que decir que la ventaja de las predicciones futuristas es que son virtualmente irrefutables. Para cuando pasa el tiempo y no se cumplen, las personas ya se olvidaron -en el mejor de los casos- o el tema ya no interesa ni para refutarlo. Si usted es rencoroso y quiere protestar por las predicciones que no se cumplieron, puede entrar al foro de usuarios de betamax o al de la Asociación de jugadores de Paddle. De todas formas creo que es válido decir que es una nueva forma de relacionarse y de llegar a otros. Pero hay otros motivos:

a) es gratis.

b) después de un profundo acto de contrastación conmigo mismo, me dí cuenta de que no tengo la voluntad sufiente para escribir un libro.

c) el poder: si yo me acercase a una señora en el transporte público y le dijese: "Señora, le recomiendo leer Los Hermanos Karamazov", mi recomendación duraría lo que tarda en llegar un policia al lugar para atender el llamado de la señora. Si, en cambio, lo hago desde un blog, las cosas toman otro cariz: "Oh! las palabras están en el monitor de mi computadora. Esto debe ser serio ¿como no serlo cuando aparece en un aparato caro como es una computadora?". Además, desde mi posición puedo considerar que los que estén de acuerdo conmigo son personas poseedoras de buen juicio mientras que si alguien me critica puedo considerarlo como un cerdo al que le he tirado un perla. O sea que usted puede ser una persona juiciosa o un cerdo. Creo que la elección es clara.

d) el formato: esto se desprende de lo anterior pero sirve como una aclaración puntual. La periodicidad de los post son aproximadamente cuando se me de la gana. El tono tampoco tiene por qué ser uniforme. Quizás venga esperando divertirse y se tenga que fumar una reflexión sobre el mal, o venga buscando un consejo después de que su novia lo abandonó y encuentre con que esa semana aprendí a hacer garrapiñada de almendras y lo relato como una hazaña, haciéndole pensar por qué su novia lo dejó habiendo otros tipos tan abandonables como yo.


Como motivación al lector hay que decir que si lee este post, sobre todo antes de que haya un segundo, podrá jactarse de que estuvo desde el principio. Piénselo. Es como haber visto a Los Beatles en el Cavern Club. Cuando yo presente mi libro en la Feria del libro (que no será más que una recopilación de estos post ya que -como dije- no tengo voluntad para escribir uno) podrá gritar: "Yo ví el primer post". Sepa que yo le sonreiré mientras se lo lleva el personal de seguridad.


Creo que esto ha sido más que suficiente para una primera entrega. Como un argumento en favor de mi manera de encarar el blog hay que decir que si llegó hasta aquí debe haber gastado unos 15 minutos de su vida. Si quisiese recomendar este blog (a un ex-compañero de la primaria que le pegaba o a alguien del trabajo que no le cae bien) ¿podría contestar la sencilla pregunta ¿de qué se trata? sin estallar en carcajadas o quedarse pensativo? Si lo puede hacer, le ruego que me mandé la respuesta en un comentario, creo que me será de mucha utilidad.
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