miércoles, 20 de agosto de 2008

Remoto control

Un reconocido filósofo contemporáneo (re-conocido mío, gracias A.E.) me hizo notar algo interesante: en la serie del Super agente 86, los malos pertenecen a Kaos; los buenos, en cambio, se sitúan en la otra vereda: Control. He aquí el punto interesante ¿lo opuesto al caos es el control? Él decía que esto dejaba ver raíces kantianas, yo objeto que el nombre Cosmos estaba tomado por un equipo de fútbol*. Independientemente de la resolución de este tema, sí es verdad que existe muchísima gente que equipara el bien con el control. En cierta gente esto es entendible (cirujanos, trapecistas, los que trabajan en la torre de control de un aeropuerto o los jugadores de Playstation) pero en la mayoría de los mortales esta actitud huele a vicio. Incluso en los antes mencionados solo se aplica a un ámbito de su vida pues ¿que diríamos de un trapecista que sigue a la hija hasta el lugar donde va a bailar para ver qué no haga algo malo? ¿que virtud habría en un cirujano incapaz de delegar nunca un caso médico?¿qué pensaríamos de la persona que desde la torre de control sigue a su mujer para que no lo engañe? De este último que tiene una vista privilegiada o una mujer que no se mueve demasiado por la vida, pero de cualquier manera el punto central es claro.

Aquellos que quieren vivir en mundos controlados terminan viviendo en mundos -simplemente- estrechos. Quien organiza una comida familiar (en una familia de no más de 5 personas) puede decir "está todo bajo control" mientras que el que organiza un recital sólo puede decir "está todo bien". La diferencia es enorme. No numéricamente, como algún lector superficial pudiese pensar, sino que de fondo. Sí, ya sé que numéricamente también cambia, pero ya dijimos que ese no es el punto. No, el punto tampoco es los hábitos voyeuristas de los controladores aeronáuticos. Olvídese del punto, siga leyendo. Como sea, en el caso del recital solamente se notifica sobre un estado actual de la situación, mientras que en el primer caso se va más allá para decir "no sólo está todo bien, sino que además yo tengo el dominio sobre todas las variables para que todo siga estando bien". Es claro que algo así no está llamado a durar. Por eso haré una enumeración de aquellos factores desequilibrantes que hacen humo la ilusión del control:

1) No tener control sobre lo que los otros dicen. ¿Quién no ha sido sacudido por la vergüenza ajena (o propia, según lo que se diga) cuando alguien enhebra fonemas que nunca debieron juntarse: "Papá ¿no vas a darles del whisky bueno que te trajeron de Inglaterra?", "¿Y ustedes son novios o qué?", "Y a todo esto ¿usted que opina del Gobierno?". Esto es lo que se experimenta cuando se gesta el primer encuentro entre los propios padres y los suegros. Sin ser la corrida de San Fermín es, sin embargo, una situación "fuera de control". No porque los padres tengan en sí un carácter intrínsecamente impresentable (aunque haya casos) sino porque se juntan personas que no tienen por qué ser afines con la implícita esperanza de que lo sean. Pero ¿puede ser tan malo? ¿no será una exageración? Llegado este punto cabe preguntarse ¿sería realmente deseable poder controlar lo que una persona hace y dice subsumiendo en los propios criterios su valiosísima libertad simplemente para sentir un grado mayor de seguridad interna? Por supuesto.

2) La aparición de los imponderables: ¿como controlar todo cuando no conozco todas las variables que deben ser tenidas en cuenta? ¿como saber que un profesor se ausentaría y los alumnos se irían antes justo el día que iba a sorprender a mi novia a la salida de su Facultad? ¿qué posibilidades tenía de augurar que la billetera de carpincho birmano que le regalé a mi padre iba a desatar tal reacción alérgica? ¿como podía saber cuando entré a lo de mi amigo que mi remera con un estampado de un mono iba a ser tan ofensivo para su abuela, cuyo marido fue salvajemente asesinado por una manada de chimpancés...que trabajaban en un fábrica de Nike? Para tener realmente el control habría que ser omnisciente. Y, la verdad sea dicha, lo veo más cerca de ser una persona más relajada que de ser omnisciente.

3) Los anarquistas: no quiero caer en anacronismos, los anarquistas incendiarios tal cual pueden haber sido concebidos en el siglo XIX ya no existen. Actualmente tenemos caricaturas de ellos que propugnan sus ideas mientras escuchan música (presumiblemente "anarquista") en su i-pod. Pero hay otro tipo más sutil de anarquista: el que descubre a las personas que disfrutan tener todo bajo control y trata de evitar que lo logren. Los que desacomodan bibliotecas, aprietan el tubo de pasta de dientes por la mitad o abren la ventana cuando está puesto el aire acondicionado no son más que una nueva versión -menos barbárica, más políticamente correcta- de los anarquistas de antaño.



Así que la próxima vez que se pase más de 15 minutos organizando el asado del domingo recuerde: todo control tiene su kaos.


* Cosmos significa "orden" en griego. El Cosmos de New York fue un famoso equipo de Soccer (fulbo) en el que jugó Pelé. Sí, entiendo que ahora no le parezca gracioso y ocurrente, pero es por culpa de su ignorancia. A ver cuando retoma el griego y deja de boludear en internet.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Al anarquista desarmabibliotecas lo conozco!!!(y al fanático que las ordena...también)

carpincho birmano...mhmm...dónde se consigue??

Anónimo dijo...

a)vas a tener que revisar el tema de las tildes en los "que"

b)recuerdo la expresión de mi padre frente a la certeza de que había perdido el control de la situación cuando le contesté a quien estaba del otro lado del tubo: "dice que no está"

c)ése fue el comienzo de un camino de ida, pero debés reconocerme el trasfondo mesiánico

Anónimo dijo...

huguiyo,let it be a las tildes de los ke;. ke los hanarkos ...disfrutamos de tratar de ebitar ke CUaleskiera kontrle qualeskier: coza.-;!!!!

Pablo dijo...

Como diría Sui Generis: "Bienvenida Casandra"

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