viernes, 16 de septiembre de 2011

Fermín


Son las siete y media de la tarde. Un vagón de subte que ya no está atiborrado, pero cuyos pasillos todavía albergan gente parada. Y una persona que sube con un parlante, un micrófono y una guitarra. Es Fermín.

Ya conocemos a Fermín; lo hemos visto en dos o tres ocasiones. En el mundo de los títulos autoimpuestos -allí donde Atlanta es el capo de la "B" y yo soy un crack- Fermín es músico. No sólo lo atestiguan su guitarra y su micrófono sino también su pelo desaliñado, su remera gastada, su pañuelo al cuello y sus pantalones chupines. Sabiendo que cuenta con esos testimonios irrefutables, Fermín toma la palabra frente a los que ha impuesto que serán su público. Nos explica que -para el que no se dio cuenta- él es músico. No un músico de subte, no. Él tiene una banda. Pero los meandrosos caminos de la vida lo obligan a llegarse hasta el subte (un Hades tan simbólico como literal) para obsequiarnos con su talento a cambio de lo que nuestra generosidad (¿generosidad? ¡justicia más bien!) quiera retribuir.

El problema es, desde el primer momento, que los viandantes no retribuyen nada -ni siquiera una mirada- al bueno de Fermín. Los auriculares que se vislumbran aquí y allá nos permiten presumir que la gente escucha otra música o se pone algo para no escuchar la de nuestro héroe; los ojos que se posan en el libro/diario/fotocopia/etiqueta con información nutricional que cada uno lleva o -a falta de un texto propio- en el de al lado nos indican que existe una resistencia.

Y Fermín lo nota. "Parece que no hay onda" reflexiona en voz alta. El didascálico valor de sus palabras no permite escapar a la invitación: un ruego espontáneo del público, una súplica conjunta, un pedido popular de rectificación o la explicación justificante de un malentendido se imponen naturalmente. Pero parece ser que nos encontramos entre una multitud contra natura, porque no pasa nada de eso. Sólo textos y auriculares.

Fermín sigue buscando una mirada cómplice. Incómodo, a 70 centímetros del Maestro,el que escribe parece desafiar al primer párrafo del libro que tiene entre manos a ver quién pestañea primero. No puedo quitar la mirada de esa hoja. Fermín está muy cerca y me interroga con la mirada. Lo siento. Siento sus ojos escrutadores cuando pasan una y otra vez por el lugar donde me acodo. Ya conocemos a Fermín. Se impacienta facilmente Fermín.

"Yo a veces no sé qué hago acá" brama. ¡Silencio! ¡que nadie se atreva a sumarse a la pregunta! El Maestro se encuentra en un debate consigo mismo. Se pone en duda y se reafirma. El tiempo parece detenerse, dejando a los ocasionales habitantes del vagón suspendidos en un momento infinito, del que sólo nos puede rescatar el arribo de Fermín a una conclusión.

"Yo suspendo" anuncia. No debería quitar la vista de mi párrafo, pero no puedo evitarlo. Aunque haga contacto visual y me transforme en una estatua de piedra, debo ver la reacción de Fermín. Pero él, magnánimo, ya se ha dado vuelta contra la puerta y canturrea algo mientras toca la guitarra desapasionadamente.

Detrás de él: el vacío. Sólo un tendal de textos y auriculares; algún remordimiento quizás, probablemente varios alivios; un párrafo fijo y una frase. Una frase que brota de lo más hondo del corazón, a apenas 70 centímetros de ese portento del ritmo:


"Fermín, dejá de hincharnos las pelotas".




Que lo disfruten con salú.



16 comentarios:

Dany dijo...

¿Didascálico? A la pelota.
La descripción es muy buena. Me reflejo ampliamente en el que no quiere ser mirado o notado por los Fermines de turno. Me sumo a la "oración final". Abrazo y pase por casa algún dia!

Sir Lothar Mambetta dijo...

Yo, que era un grosso, un capo, un valuarte en el mundo de los títulos autoimpuestos, me tuve que ir de allí. Los impuestos del auto me estaban matando.

Lo del Hades siempre me llamó la atención. ¿Quién se puede creer que exista un río de bebida de soja?

Un abrazo, profe.

Federucho dijo...

Celebro su humor (disculpe lo frío de mi felicitación, pero un "jajaja" eterno me parecía burdo).

Creo conocer a Fermín. Es de los que yo denomino "vendehumo musical". Esos que hacen finales al estilo del "Gracias totales" de Soda Stereo, sosteniendo un acorde vivaz por mucho tiempo, imaginando estruendosas baterías mientras mira a su público con cara de "AdorenméN, adorenméN" y, luego de ejecutar una versión muy muy muy personal de un hit del rock nacional, tan personal que casi es otra canción, llega el silencio atroz (Ahumada dixit) o la palma solitaria y por compromiso.

Creo conocer a Fermín. Línea D, sube en Tribunales y cada vez baja más rápido.

Me extendí, perdón.

Espero que el relato haya sido basado en una historia real.

Salud, disfrutelo con.

Pablo dijo...

Dany, efectivamente, me molesta que de la nada me pongan en una situación donde seguir con lo mío implica ignorar violentamente a alguien.

Yo paso por sus casa, sólo que silenciosamente (aunque no es raro que no me vea si está detrás del muro).

Sir Lothar, mire, yo le digo que usted es un capo, libre de autoimpuestos.

Federucho, cree bien. El mismo que viste y calza. Perdón, el mismo que viste calzas. ¿A usted también le tiró mala onda?

Con su ayuda, impondremos el "celebro tu humor" en las conversaciones de chat.

Viejex dijo...

Libre de autoimpuestos las didascálidas pelotas, ¿qué le pasa??? ¿se volvió loco??

Ya tengo las coordenadas para ubicar al tal Fermín, vamos a mandarle a los de SADAIC a ver que opinan.

No, deje, no me lo agradezca. Estamos para servir.

Viejex dijo...

Perdón, quise decir "didascálicas"

Ochurus dijo...

Si él se expone al escarnio público que se la aguante. Nadie lo obliga no? No dice que tiene un fans club y una patota de groupies esperándolo en Catedral?? Eh? Eh?

Ah no? ¿Qué en realidad le rebotan todos los demos y que la novia lo amenaza cada día con vender la guitarra para pagar las expensas?

Y bué...que se haga de abajo entonces! Y deje de ponernos en esta situación tan violenta de darle literalmente la espalda.

Así de mala estoy hoy...

¡un saludo!

Pablo dijo...

Viejex, si la va a mandar a SADAIC por favor deme las coordenadas. Ahí lo quiero ver guitarreando.

Ouchurus, que ese muchacho tenga una novia que le reclame algo sólo podría entenderse como una variante del síndrome de Estocolmo.

¿Ve? Es lo que comentabamos con Dany, Fermín nos pone en esa situación gratuitamente.

So conected...

Nefertiti dijo...

Fermín le pone garra a la vida, y sobrevive negandose a ser parte del sistema, detras de un escritorio de 9 a 18 hs. Y nadie le da bola porque todos odian la idea de que pueda llegar a vivir dignamente de esa manera. He dicho! (hoy no quiero trabajar, se nota?)

Yoni Bigud dijo...

La vida del artista ocasionalmente callejero es así. Dura, repleta de incomprensión, textos y auriculares.

Lo bueno, lo que me deja tranquilo, es que Fermín es otra cosa. Tiene su mansión, su BMW y su novia modelo. El hecho de que decida divertirse en un vagón a medio llenar es solo una anécdota. Hay otros que van por la moneda de 25 centavos.

Un saludo.

Pablo dijo...

Nefertiti, seguí su razonamiento perfecto hasta la parte del "dignamente". Se ve que no lo ha escuchado a Fermín...

Señor Bigud, pienso que Facundo Arana alguna vez fue el muchacho que tocaba el saxo en el subte...

Y creo que ahí recide la virtud de Fermín: en que todavía mantiene su capacidad de perturbarnos en un radio de alcance menor.

Tres bufones muertos dijo...

Fermín era el portero de jacinta pichi mauida (?)

Damaduende dijo...

Y diga que Fermín era un guitarrero, se imagina estar en un vagón de subte con alguno de los centares de malabaristas que este siglo nos ha dado? Eh? Ahí lo quiero ver, tratando de mantener la mirada fija en su librito, cuando vuelan pinos prendido fuego frente a su nariz...

Damaduende dijo...

Y 14, sólo porque estoy teniendo ese tipo de días...

Martín dijo...

La gente del interior que de paso por Capital utiliza el transporte público, encuentra a los Fermines sumamente interesantes. Una sola vez, a la segunda ya se suman a los auriculares y los textos.
Salute.

Pablo dijo...

Tres bufones muertos, y por eso merece terminar en la cárcel, con el resto del elenco.

Guada, imagine si además me quema el texto. ¿Cómo disimulo?

Shimmy, en un acto de federalismo, le vamos a mandar a Fermín a Bahía. Lo dejan tocar en el Parque Independencia y, cuando se aburren, lo prenden fuego. O se ponen los auriculares, eso también.

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