Nunca fumé. No quiero decir que nunca haya pitado un cigarrillo, sino que -si alguna vez terminé uno- nunca adquirí el hábito. Desde el principio no me gustó. Gustativamente, por así decirlo, no me gustó. No me gustó el olor que dejaba en la ropa; tampoco el que impregna en los lugares donde está (que suele ser muuuy similar); no me gustó el resabio que deja en la boca ni el color amarillento mortecino con que tiñe los dedos. ¿Cómo decirlo? No me gustó un carajo.
"Es un gusto adquirido" me dijeron alguna vez, dándome a entender que, si me esforzaba un poquito, algo que desde el principio sabía que me hacía mal podía llegar a gustarme. Y yo, en mi condición de niño asmático con intenciones de futbolear libremente, sabía que me hacía mal. Decliné el generoso ofrecimiento.
Podrá parecerle extraño, pero este artículo en realidad quiere realizar un elogio del fumar. No porque desee hacerlo, sino porque mi condición de no fumador me ha patentizado, varias veces, las grandes ventajas que trae en distintos terrenos.
En primer lugar, quizás tributando al ochentoso Don Johnson de Marlboro, el cigarrillo apareja un halo de profundidad; conlleva una cierta mística. Recuerdo estar a orillas de un lago en el cerro Frei contemplando la luna más grande que haya visto en mi vida. 8 personas contemplábamos extasiados el imponente paisaje. 7 de ellos con un cigarrillo en la mano... y yo. "¡Qué buen momento para fumarse un pucho!" comentaban entre sí los miembros de la secta. Su momento parecía, por razones que desconozco, más místico que el mío. Lo mismo se replicaba al terminar de comer, al salir a tomar algo, al compartir un café...
Quizás sea fruto de la influencia de la publicidad o de las películas, como dice el personaje de Aaron Eckhart en "Thank you for smoking", pero por lo pronto parece ser que la ceremonia de clausura de un acto sexual satisfactorio implica un cigarrillo. ¿Qué dice de nuestro desempeño leer una revista, prender la televisión o hacer palabras cruzadas? Además, las diferencias se marcan mucho más en el terreno social.
Si en una fiesta y/o reunión social usted queda sólo, la diferencia entre ser un fumador y no serlo pasa a ser dramática. Alguien que fuma parece -mientras inspira con los ojos entrecerrados- estar pensando en algo importante; abstraído por un instante del bullicio para trascender hacia planteos metafísicos. Por otro lado, si simplemente está ahí sólo, parecerá que usted se coló. Quién vive esa situación no sabe qué diablos hacer con las manos: si las pone en los bolsillos parecerá que está esperando a que lo busque su madre; si cruza los brazos parecerá que está esperando porque vino a buscar a su hija... Y, desde ya, no se le ocurra entrecerrar los ojos, porque más que abstraído en elucubraciones metafísicas parecerá que está tratando de leer la cuarta línea en el oftalmólogo.
La diferencia, esa inconmovible línea divisoria, parece situarse entre estar realizando una actividad y no hacerlo. Piénselo bien: cuando alguien deja la oficina para charlar en otro lado bajo la égida del cilindro tubular vicioso, la explicación de su ausencia es suficiente: "salió a fumar". No son igualmente aceptados "salió a hacer palabras cruzadas", "salió a echarse en el pasto", "salió a dormir 15 minutos" ni "salió a leer blogs". Entiendo que uno no "sale" a leer blogs sino que las más de las veces "se queda" para eso, pero el punto es que el corte no está igualmente justificado. Los fumadores son mártires perseguidos mientras los demás son ladrones del tiempo organizacional. Y después se sienten discriminados.
Recuerdo cuando entré a trabajar en una oficina. Dentro de un piso de 50 a 60 personas, uno se las arregla para ir conociendo a la gente. Un saludo tímido; un reconocimiento mutuo de rostro; un código interno por más pedorro que sea ("nos volvemos a encontrar en el ascensor"; "¿así que también comés en la panchería de la esquina?"; "nos volvemos a encontrar almorzando panchos en el ascensor") hacen que de a poco uno logre aproximarse a una conversación sobre fútbol, desde donde puede proyectarse hacia otros tópicos. Luego se accede al radiopasillo, los after office y ese tipo de cosas. Digo, de cosas. Ahora bien, un amigo, que había entrado unos dos meses después que yo, a las pocas semanas ya dominaba la inside information de la empresa, y se abrazaba con todos por los pasillos. "¿Cómo hiciste? ¿cómo sabés esas cosas?". "Es que con esos pibes nos juntamos a fumar en la kitchenette".
¡La kitchenette! ¡hijo de mil putas! ¿cómo poder acceder a ese recinto? Uno no puede servirse agua durante 15 minutos. Hay que justificar la permanencia en la kitchenette, por lo menos hasta lograr una confianza mínima. Y eso era el cigarrillo: un pasaporte; una tarjeta de invitación a una conversación informal; una credencial; una membresía para el club de la kitchenette.
Pero quizás lo que más me molesta; aquello que no termino de comprender por más que le doy vueltas y vueltas sea lo siguiente: ¿dónde está mi plata?
Un fumador promedio fuma, pongámosle, unos 7 u 8 cigarrillos por día. O sea que un atado le dura -redondeando- unos 3 días. En un mes tipo estaríamos hablando de unos 10 atados. A $5 cada uno son $50 mensuales en cigarrillos. hablamos de $600 anuales solamente en el vicio. Y he sido generosos en mis estimaciones (que en este caso quiere decir que he sido tacaño) O sea que una persona de mi edad ha gastado, si comenzó haciéndose el pistola a los 15, alrededor de $9000. Pues bien, ¿donde están mis $9000? ¿por qué los fumadores de ingresos similares tienen una economía similar? ¿quién se ha llevado mis $9000?
Mi conclusión es que los socialmente indefensos; los vitalmente postrados; los parias no son los fumadores sino que lo somos los no fumadores. Todo nos cuesta más; todo parece menos espontáneo; todo es un poco menos cool.
Creo que ya me he extendido lo suficiente. Le doy gracias por haberse fumado este artículo. Lo único que me interesa remarcar es que fumar puede ser perjudicial para el ego... de los no fumadores.
Que lo disfruten con un faso.
18 comentarios:
Claaaaaroooooo... años escuchando sus sermones sobre las molestias del cigarrillo, hasta que me ganó nomás...y lo dejé.
Al vicio.
No, a ése no, al otro.
Al cigarrillo, hombre!
Y ahora me viene conque tiene ventajas y utilidades???
Y...la verdad que usted, en reuniones sociales, con discursos improvisados, en vez de hacer lo que habitualmente hace...podría prenderse un pucho y otra cosa!!
muajajajajajajá...
Señor Pablo:
Mire, sepa que lo entiendo.
Aunque yo sea fumadora, lo entiendo..
Parece que no, pero ha habido veces en que un cigarrillo me ha salvado de parecer un adorno.
Sobretodo en las reuniones esas en las que uno ni ganas tiene de estar, pero no le queda otra. Y si encima es el domicilio de un no-fumador: tanto mejor.
"Donde está Fabiana? Afuera, fumando.."
Y en esos casos los cigarrillos son eternos..(en realidá es que me llevo el atado, cosa de no pintar en al menos media hora..)
Piense que lo que perdió de plata lo ganó en salú, vea.
Y lo dejo, por que cuando termino de leer post tan buenos como éste, siempre me pinta fumar un faso.
Vaya uno a saber por que, no?
El próximo cigarrillo me lo voy a prender frente al espejo...
Y seguramente me guiñe un ojo...
Saludos.
Exclente reflexión. Usted me ha devuelto la salud perdida (me refiero a su último artículo), y al mismo tiempo me insta a dejarla por el camino.
Vea, hace unos años yo fumaba, y me sentía un tipo muy poco interesante. De los menos interesantes en plaza.
Luego lo dejé, y la idea de quitarme la vida pasó de ser una simple fantasía a ser el proyecto principal a corto plazo. El único le diría.
Ahora fumo un poco. Un poco bastante. Y me siento en paz con mi ausencia de garbo.
Un saludo.
Señor Pablo, lo acompaño en su situación no-fumadora.
Otra cosa que nos pasa a los no fumadores en relación a los fumadores es que terminamos teniendo la idea de que no somos interesantes en absoluto.
Pongamos una situación...un DCBA, por decir cualquiera.
En un lugar público, nos reunimos varias personas.
Uno ( usted o yo, pongamoslé) estamos muy entusiasmado hablando con otros bloggers, de un tema que a nuestro entender es sumamente interesante.
De repente, uno de ellos dice: Salgo a fumar. Y ahicito nomah, dos o tres dicen: "te acompaño" y desaparecen raudamente.
Y uno se queda solito, con la palabra en la boca y olfateándose disimuladamente a ver si huele a algo.
O repasando la conversación a ver si dijo algo inconveniente o molesto...o DEMASIADO POCO interesante.
qué vida la nuestra!
besos!
Muy certero su artículo!
El cigarrillo ha acompañado algunas etapas de mi vida, y otras, bueno, no.
Pero era eso, un compañero. Sobre todo si una sufría de fobia social, imagínese la enormidad del rol que cumplía el pucho en una situación social.
Llegaba, sola, mis amigos no estaban todavía, no conozco a nadie y a los que conozco me da vergüenza hasta mirarlos... me prendo un pucho!!
Y también puede ser una herramienta sexy. En una cita, con un caballero, esa pausa en el diálogo para sacar un faso de la cigarrera (o el paquete, vamos, que no somos todas Rita Hayworth), ponerlo entre los dedos, entreabrir los labios y el señor que, presuroso, se adelanta a prendérnoslo... Ojo, puede salir mal, eh. Puede ser que por hacerse la sessssi una tire la copa de agua sobre la mesa y le moje el saco al señor, pero eso sólo pasó una vez.
En marzo lo dejé. Al pucho. El señor es imaginario. Y le dije a la cuervita que le iba a dar por mes la $ que gastaba en puchos, es decir, un paquete por día. Saque la cuenta.
El otro día me reclamó que todavía no había hecho efectivo el acuerdo. Desde marzo hasta ahora. Vuelva a sacar la cuenta. Tuve que pedirle que me permita pagarle en 3 cuotas.
Ella sí sabe dónde está su plata...
Yo fumé durante bastante tiempo, pero, aún así, nunca se me convirtió (afortunadamente) en vicio.
De hecho, dejé de fumar solo, por propia voluntad, y de un día para el otro (fue un día en que me puse a pensar en lo ridículo que era eso de no poder decirle "no" al acto de chupar un cilindro de papel relleno de pastitos que, encima, son medio venenosos).
Sin embargo, si reconozco eso de que hay momentos en los que, simplemente como para darse un gusto, uno siente deseos de fumarse uno. A mi me pasa, por ejemplo, cuando me siento muy contento por algo o muy relajado.
Por eso hace años que no fumo.
Se dió cuenta? Mire lo que logra!
Los no fumadores haciendo catársis y lamentando no fumar y ser menos in.
Y los fumadores, orgullosos, contando las ventajas de llenarse los pulmones de mierda (perdón por la expresión a las damas y a algún que otro sensible).
Cómo es eso de que hay ventajas??
En mi vida fumé. Ni siquiera lo probé y nada me autoenorgullece más. Creamé que nunca me sentí excluído de ningún lado.
Una vez (pequeño yo) iba en el auto con mi tía-abuela y al verla fumar agarré el atado de cigarrillos y lo tiré por la ventana. Me pegó en la mano y llorando díjele: "No quiero que fumes nunca más". Desde ese día no probó pitada. Me acuerdo porque es el día de hoy que me lo agradece.
Hace mal. Hacerse mal es cool?
Perdón, me excedí. Muy bueno el post. De los mejorcitos.
Ouchurus, yo simplemente hice una sugerencia. Si usted entendió que dejarlo era mejor que la posibilidad de que algo malo le pasara a sus padres es cosa suya.
Y ya va a ver cuando logre imponer la moda de hacer origami cuando uno está solo en una reunión social.
Fabiana, "Afuera, fumando". Si hay un momento en que me congratulo de no fumar es en invierno. Porque verlos a la intemperie golpeándose entre sí para no perder la circulación mientras "disfrutan" un cigarrillo me reconcilia con la vida.
Gregorio Kolbe, ¿ve? yo cuando me miro al espejo apenas si me saludo tímidamente.
Yoni, pero si usted tiene más garbo que Greta. Nunca hubiese dicho que usted fumaba para sentirse más seguro.
Pensé que para eso bebía.
Mona Loca, es así. Igual, peor es mi amigo Hugo que te pide transladar la conversación al lugar donde sale a fumar. O sea, o nos quitan la conversación y se la llevan o se quieren quedar con todo. Seres deleznables, los fumadores.
Jazmín, ya lo dije. En esas situaciones de soledad social, empecemos a hacer origami. Algo que claramente es mejor que mi opción actual de mirar el reloj como si estuviese calculando algo. Que, por el tiempo que me demanda, tendría que ser algo como qué fecha sería si todavía usásemos el calendario juliano.
La escena de seducción seguida de un vaso por el aire merecería ser filmada.
Renegado, su capacidad de cambio a partir de un pensamiento haría enorgullecer a Sócrates.
Porque él consideraba que si uno conociese el bien lo haría necesariam...porque él lo estima mucho. Por eso.
Federucho, le pido disculpas. Ahora ¿nunca se sintió excluído? Yo fui al "Club del Habano" y, que quiere que le diga, no es lo mismo si uno no fuma habanos. Y no me haga entrar en lo de si hacerse mal es cool porque no sabe lo en boga que está.
No, en serio, sabe que yo le corté los filtros a los cigarrillos de mi madrina. Eso sí, no me acuerdo de cuál fue su reacción. Ni de los siguientes dos días. Ni de por qué me inquieto tanto cuando veo un bate de beisbol.
Origami? En el club de la kitchenette o las salidas con los fumadores, "prendase" un Johnny Walker. Piénselo. Tiene las mismas ventajas. Y es mucho más rico.
Eso sí, para lo que es insustituible el faso es cuando veo el video del zorro loco.
hee... yo tampoco fumo, pero se donde están mis "9000" pesos: en el kiosko, yo antes q un pucho t compro una galleta, una papa frita, caramelos, en fin, algo sólido y comestible, q me vienen con consumir humitos, naaaaa...
Tiene mucha razón cuando hace referencia a las licencias temporales de los fumadores.
Solo queda el consuelo de ver dentro 20 años a los que contemplaban la luna con EPOC y decirles: ¿Viste?
Viejex, ¿usted bebe whisky mientras trabaja? Revolucionario. A menos que ahora trabaje de sommelier, claro está.
Sabrina, ¡un poquito de esfuerzo, por favor! Ni siquiera un "me gusta el blog" o un "que lindo todo" para caretearla.
licha, ya está. No digo nada. Ahí están también los míos. Es más, me parece que le debo guita a los fumadores...
Shimmy, es verdad, pero algunos enfermos terminales pueden no entender el valor pedagógico de nuestras burlas.
Lo qué daría yo por dejar de fumar!!!!
Y no puedo.
Lo qué daría por dejar de jugarme el sueldo a los burros y no puedo.
Lo que daría por dejar la bebida y...
Lo del gusto adquirido me hace pensar que uno puede tomarse un litro de baba de gurka todos los días hasta hacerse adicto.
Yo no fumo ni lo haré, y creo con toda mi alma que un cigarrillo miserable no puede ni compararse con un buen sanguche de milanesa. Pongamos los ejemplos que usted eligió: el momento posterior al acto sexual, la contemplación de la luna, estar momentáneamente solo en una fiesta, la kitchenette de la oficina, etc. En todos, en absolutamente todos estos escenarios y momentos, la milanga defenestra al pucho, otorgando al consumidor placer personal, protagonismo social, produciendo envidia por parte de quienes lo rodean sin causarles daños a su salud.
Por no hablar de los valiosos minutos de vida que roba cada cigarrillo: sabido es que si a un fumador se le cae un piano encima un jueves, a un no-fumador le pasaría después del fin de semana.
Con salud, profesor.
Mambetta conducción!!!!
Mambetta cumple,
la milanga dignifica.
Qué hambre tengo...
Carugo, le apuesto a que no puede dejar de apostar.
Mambetta, la suya es la famosa "verdad de la milanesa".
Federucho, amén. Eso sí, que no se diga que los de Cacho son unos muertos de hambre.
(Con su permiso, profesor)
Federucho: tampoco hay que exagerar, sólo denme el Ministerio de Salud un par de años... Oiga, ¿usted no era el me acusaba de colgarme de las tetas del Prof. Benegas? Bueno, ahora estamos en paz y le agradezco el lema de campaña. Es mucho mejor que el que tenía pensado yo:
La milanga promete,
Mambetta damnifica
Profesor: la única "verdad de la milanesa" que conozco es que soy un perejil.
Tema aparte, he notado que su mujer escribe unas risas muy diabólicas.
Saludos.
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