El viernes, mientras el cielo se caía sobre la ciudad de Buenos Aires, yo me encontraba en el centro de documentación de la Policía Federal Argentina. Corrijo, mientras el cielo se caía sobre la ciudad de Buenos Aires, yo caminaba hacia el centro de documentación. Siguió cayéndose mientras estaba adentro, pero ya no me importó tanto.
A nadie escapa lo que implica una visita a una dependencia oficial. La palabra 'burocracia' se abre paso en nuestra cabeza como un hipopótamo en un cumpleaños. En un cumpleaños de niños. De niños humanos, por supuesto. Porque los hipopótamos no festejan los cumpleaños. ¿Usted está tomando algo? la cosa es que uno sabe que visitar uno de estos lugares, por más que ya lo haya hecho anteriormente, implica mucha confusión, búsqueda de información donde generalmente no la tienen, papeles faltantes y tiempo, mucho tiempo.
Esta vez, decidí que sería distinto; el Leviatán no me vencería. Asesorado por páginas oficiales y acompañado por la impresora y la fotocopiadora del trabajo, me hice presente con todo lo necesario para decir "tengo todos los papeles, Sí, ese formulario también" mientras arrojo el sobre encima del mostrador con gesto dramático y aire de suficiencia. El plan era infalible: viernes antes de empezar las clases. Los que se fueron de viaje ya tienen que haberlo hecho. Las condiciones climáticas invitan a no salir a la calle sin una canoa. Pim pam pum.
La refutación tomo forma de hormiguero humano. Sin saber en qué mostrador debía arrojar el sobre con gesto dramático y aire de suficiencia, me desorienté un poco. Pero no me vencería. No esta vez. Vi una fila y entré en ella. Media hora más tarde, me encontraba cara a cara con una empleada con expresión de que yo había hecho algo mal: "¿Para qué trámite?". "Pasaporte. Traje tod...". "A este formulario le falta la parte de atrás. Tomá este y te llaman por el número".
Casi. Maldito formulario. Pero ya tenía número: el 1181. Miro la pizarra: 811. O sea que estaba a...me llevo uno...menos ocho... ¡370 números! de mi gesto dramático. Agarré el aire de suficiencia que tenía y me lo gasté yéndome a comer una pizza en las adyacencias mientras el cielo... ¿ya dije que el cielo se caía? Volví a la hora y pico, cuando la ansiedad había conseguido arruinar mi suficiencia.
945.
Me volví a ir, de guapo que soy. Fui a una universidad a preguntar algo, me encontré con una amiga y volví ya para el 1010. En aquél lugar donde el tiempo no puede entrar, lejos de mis mejores tiempos en el Sudoku de mi celular y sin fuerza vital para leer los libros que había llevado (básicamente por el cansancio que me había ocasionado acarrearlos mientras el cielo...si, veo, ya entendió) me dediqué a ver los televisores de las salas de espera. Y debo decir que todo mi recorrido me permitió reflexionar sobre las apariciones en TV.
Los resultados de mi investigación arrojan que para aparecer en TV y ganar plata de ello no hace falta tener talento.
Prueba A
La primer televisión proyectaba el programa "Este es el Show" de José María Listorti. Ante todo, hay que aclarar que se trata de un programa que habla sobre otro programa. Es como si uno pintase una pintura de otro; después tomase esa pintura, la arrojara en un chiquero durante una pelea de cerdos salvajes; posteriormente levantase la pintura destruida junto con el cerdo perdedor, los clavase en la espalda de un jorobado y lo pusiese a bailar; luego filmase al jorobado danzarín y por último hablase sobre la cinta. Sólo que sin la pintura. Ni el cerdo. O el jorobado. Ni nada interesante.
Por lo que pude recabar, allí "debatían" Rocío Marengo y Pamela Sosa. Si hay algo peor que escucharlas debatir es verlas...y no escucharlas. En un desafío a la dinámica tradicional, la TV no tenía sonido. Por los gestos ampulosos y la duración del debate, claramente éste debía rondar en torno al futuro del euro y la necesidad de moralizar la economía después de la experiencia reciente. Pero entonces la pantalla se partió en tres y apareció este enano de mandíbula prominente que encarna en sí la superficialidad misma, mientras habla como si fuese un estadista. Él seguro que hablaba de cosas cholulas e intrascendentes.
Te odio, baldón de los hobbits.
Pero entonces llegó mi turno. Con emoción me abalancé sobre el mostrador presentando todo. Miraron los papeles, pusieron un sello... y listo.
"¡No! Esperé mucho tiempo para llegar aquí, así que ahora voy a hacer preguntas sobre todos los documentos posibles y sobre 70 contravenciones que harían que me los confisquen en países de Europa del este" dije, mientras me sacaba la gente de seguridad. Hice el pago en un trámite singularmente rápido y me encontré en la sala de espera número 2. Allí se respiraba otro aire; sólo estaba a 80 números de mi turno y habían dos televisiones, una de las cuales tenía sonido.
Peor.
Prueba B
La televisión de la derecha, que no tenía sonido, nos regalaba "Bañeros 3: superpoderosos". Claramente, la producción le había prohibido la participación a quién hubiese tomado alguna vez clases de actuación. Los jefes de los malos tenían un puchero de enojo que indicaba que su madre los había dejado sin postre; el ejército de los malos eran ¡ninjas! que... eran ninjas, man, pará un poco; los buenos eran una mezcla entre los papeles de Bill Murray en los 80 y los del Dinosaurio Barney en los 90. Pero siempre se puede estar peor. Como en el televisor de la izquierda. Se trataba de momentos culminantes en la telenovela "Mi Pecado". Mi pecado fue el de no cerrar los ojos, y el de ellos fue dedicarse a actuar en lugar de cargar bolsas en el puerto. Un muchacho-de-nombre-compuesto-que-a-este-fin-llamaremos-Carlos-Alfredo* discutía con su madre. De pronto: flashback (pantalla en blanco y negro) Carlos Alfredo discute con su tiránico padre quién le pone la mano en el rostro y lo tira. La caída de Carlos Alfredo se asemeja a la de quién quiere acostarse sin ensuciarse el pantalón. In-cre-í-ble. La madre busca consolarlo mientras él la aparta violentamente y dice que va a ir a buscarlo al padre, que a esa altura ya hizo de chofer en una telenovela paralela. Pataleta de Carlos Alfredo. Llanto de la madre. Llanto de todos los que no nos avivamos de romper la televisión 10 minutos antes.
Un profesor de teatro a la derecha, por favor.
Justo cuando la madre descubre que Carlos Alfredo había matado a su padre (que se lo merecía por no sacrificar a Carlos Alfredo mientras era niño) me toca ir a sacarme la foto.
Con respecto a las fotos de los documentos, tengo una teoría: la calidad de la foto es inversamente proporcional al tiempo de duración del documento. Si se trata de una licencia de conducir de 5 años, la foto puede ser aceptable, pero si se trata del DNI que tendrá que mostrar por el resto de su vida, Cuasimodo -con un cerdo envuelto en una pintura clavado en la espalda- será un galán comparado con usted. Lo cierto es que, además, no soy fotogénico. Al ver fotos juveniles lo atribuí a la seriedad, pero la sonrisa me confirmó que claramente el problema era otro. Dispuesto a evitar los infames extremos en el caso actual, opté por una ligera mueca de sonrisa que tan bien me había funcionado en los pasaportes anteriores. Cansado como estaba, con el pelo aplastado por la lluvia (porque, si no se entendió, el cielo que se cae es una matáfora para la lluvia torrencial) y con esta mueca, el resultado fue la foto del perfil del psicópata en las series norteamericanas. Lo peor, lo que me atormentará hasta que vuelva a renovar el pasaporte, es que viendo la foto impresa me percaté que tenía el cuello del saco doblado. No sabe hasta qué punto esto me perturba.
Después de dejar mis huellas dactilares y descubrir que el jabón no surte tanto efecto cuando se lo acompaña sólo de toallas de papel y no de agua, gané la calle esperando que el monzón me ayudase a lavar mis dedos y mi contaminada alma. Pero la lluvia había cesado. Con tinta en los dedos y Carlos Alfredo en la memoria, dejé el centro de documentación tras casi 5 horas. Me sentía como si hubiese estado en un cumpleaños y un hipopótamo me hubiese pasado encima.
Que lo disfruten con salú.
* acabo de averiguar que el erpsonaje de Carlos Alfredo en realidad se llama Carmelo.
12 comentarios:
Es como si uno pintase una pintura de otro; después tomase esa pintura, la arrojara en un chiquero durante una pelea de cerdos salvajes; posteriormente levantase la pintura destruida junto con el cerdo perdedor, los clavase en la espalda de un jorobado y lo pusiese a bailar; luego filmase al jorobado danzarín y por último hablase sobre la cinta
<Que curioso, ¿todavía se dice cinta en lugar de filmación?
definitivamente los televisores de las slas d espera no tienen otra función q la de torturar, hay q dar gracias a Dios por q le bajan el volumen, al menos....
lo único q zafa es el de la farmacia a la mañana a la hora d bob esponja, solo si a uno le gusta medianamente bob esponja....
y la foto en los carnets!!! tanto cuesta poner un espejito por ahi???... chiquito, como quien no quiere la cosa.. d casualidad, nose, digo, q les cuesta?
Sublime historia basada en hechos reales.
Una vez (hablo de mucho tiempo atrás) mi abuela le reclamó (por segunda vez) a un fotógrafo lo mal que salía en la foto. El fotógrafo sin ningún tipo de decoro y evidentemente cansado contestole "No joda señora, Ud. es así... la foto no miente"
A qué voy con esto? No se. Pero en tiempos de tanta tecnología nos podrían dar el lujo de salir bien en la fotito del DNI, no?. Creo que es la razón más ferviente por la cual voy a hacerme el nuevo DNI.
Saludos!
Ahhh, me pareció fascinante su periplo por el séptimo círculo.
El mayor problema es que usted no tenía un Virgilio que lo acompañe en tan penosa travesía.
Por otra parte, se me ocurren muchas cosas para escribir pero me quedo con esta cita bíblica (Job 41:01) que bién puede resumir su pensamiento naif al creer que "esa vez, el Leviatán no lo vencería":
¿Sacaras tu al leviathán con el anzuelo, y con una cuerda lo sujetas de la lengua?
Saludos!
Y yo que fui al sector semi-Vip (el vip jusssto ese día no andaba) esperé 3 hrs! En Diciembre y con 33 grados, sin aire y con tele tambien sin sonido (es un mal bastante común en ese lugar).
Hombre...ningún contacto entre tanto alumno ansioso por aprobar? Es que dos horas, son dos horas!!!
Y conste que no hice mención alguna a la parte de : " me encontre con una amiga"...
ups
"Parate en la marca."
"¿Dónde? Ac-" plaff!
"Listo."
"Pero...!"
"El que sigue."
`ta que lo parió...
Lo acompaño en el sentimiento, don Pablo, desde el principio del periplo hasta el final. Y agradezca que tenía todos los papeles, que si no el hipopótamo lo iba a estar esperando al día siguiente.
Viejex, no se burle de mí que le tiro la fonola por la cabeza.
licha, un espejito oportuno hubiese evitado la inmortalización de mi jopo en el DNI. Cada vez que tengo que votar reafirmo el pedido de espejito.
Federucho, no estoy seguro si el fotógrafo merece que lo aplaudan o que le aplaudan la cara.
Carugo, como el trámite no admite gestores, Virgilio se tuvo que ir. Eso sí, improvisó un quiosco de diarios y le está yendo bastante bien.
Anavril, el pasaporte pasado lo hice con contacto en un santiamén. Bueno, un santiamén y medio o dos santiamenes. Pero más rápido seguro. La cosa es que mi contacto ya no está más. O sea que ahora soy una persona sin tacto.
Guada, gracias por acompañarme en el sentimiento. Ahora, con mi nueva foto, me parece que en el sentimiento no me van a dejar pasar.
Señor Pablo, si me hubiera preguntado a mí, le hubiera recomendado concurrir al famoso edificio de la calle Azopardo un martes, miércoles o jueves a eso de las 1530 (media hora antes del cierre). La última vez que renové pasaporte el trámite duró 35 minutos, en total.
Pero claro, a mí nunca me preguntan nada.
Señor Bugman, me pareció una desconsideración de su parte no estar al día del vencimiento de mis documentos. No, deje, ya está hecho.
Me habían dado ese dato, pero por algún motivo no lo seguí (algún motivo que olvidé en algún momento de las 5 horas del proceso)
Yo creo que las salas de espera tienen una programación propia. Parece la habitual, pero en realidad es otra. Con la misma gente, por los mismos canales. Pero es otra. Lo hacen para minarnos la voluntad.
Yo renové el pasaporte para ser corresponsal en ya sabe qué evento deportivo reciente. Y ya sabe quién me mandó a renovar 35 minutos antes del cierre. Tarde nueve horas y veinte minutos. Salí a la una de la mañana y me asaltaron unos bicichorros.
Un saludo.
Terrible tener el cuello del saco (o cualquier cosa con cuello) mal doblado en una foto.
Cuando fui a hacer cédula y pasaporte estuve tres horas adentro. El fastidio del trámite y el tiempo perdido no significaron nada al lado de la sensación que me dio ver el tacho donde había que hundir los dedos para sacarse la tinta con detergente puro... era el sueño de las bacterias.
Atrás de "La Rural", en la puerta del consulado de un poderoso país del norte, un gordo capo con dos aureolas de chivo envidiables, ofrecía a grito pelado sus servicios: "Fotos lindas, fotos parecidas a uno mismo, fotos donde uno sale biennnnn."
Abajo de un árbol, con un fondo blanco, una cámara y un banquito.
Burocracia, la justa.
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