Ya hemos hablado alguna vez de cómo la historia, para dárselas de interesante, suele alterar las formulaciones originales de algunas frases, con el expreso fin de..ah, ya lo dije. La cuestión es que durante largos meses hemos repasado archivos, recabado testimonios, hablado con expertos, investigado concienzudamente. El resultado es contundente: es mucho más fácil inventar. Con ustedes, la segunda parte de estas frases artificialmente afortunadas:
El primer hallazgo con lo que nos hemos topado, ha sido que "El Estado soy yo" no es más que el fruto de un desacuerdo lúdico. Luis XIV se disponía a jugar al Monopoly con dos de sus amigos, el Mariscal Jean Pierre C'elamastic y el conde de Laquettepariau. Luego de que cada uno eligiese ficha, empezaron a discutir sobre quién iba a oficiar de banco. La discusión empieza a ser cada vez más acalorada hasta que Luis se sulfura y grita "el Banco soy yo".
"Así no juego nada -le responde Laquettepariau- Me voy a vengar. Tu frase se va a saber de manera que quedes como un monárquico absolutista. Y el verdadero Rey Sol es Marquesi" dicen que alcanzó a decir, mientras dejaba el salón haciendo gestos obscenos.
Pero si algunos se ven perjudicados por el cambio, hay otros que quedan francamente mejor parados. Como es el caso de Plinio el Viejo quién, mientras escribía sobre las guerras contra los germanos, al parecer se aburría terriblemente. Algunos dicen haberlo escuchado decir: "¡No podés ser tan aburrido, germano!". La cuestión es que, para recrearse, empezó a gastar bromas pesadas a sus compañeros de campamento.
Por supuesto, la mayoría de estas bromas se han perdido. Sin embargo, llega hasta nosotros aquella en que Plinio echaba talco sobre las bebidas de sus congéneres, sólo que reformulada para pasar como un tipo de frase picaresca para hombres cultos: "In vino veritas".

Algunas veces, la frase histórica efectivamente formulada esconde otra frase un poco menos histórica. Tal es el caso de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto. Al parecer, el poeta Pablo Neruda se disponía a escribir cuando entró su mujer a la habitación:
- ¿Cómo andás, Gordo?
- Bien, me disponía a escribir cuando entraste a la habitación.
- Que bien. ¿Te conté que me encontré con Cata en el super? Está re-gorda. Nunca fue una modelo pero la ves ahora y no la reconocés. Está hecha mierda. Claro, también, con el marido que tiene. ¿Vos creés que ese zanguango ayuda alguna vez en algo? El tipo llega a la casa después de haberse ido a chupar con los amigos y quiere la comida y que no lo jodan. ¿Y a los chiquitos quién los cuida? Para mí termina mal. Como el bordado de esta camisa. Yo no sé para qué lo llevo a la costurera si hace estas cosas. ¡Mirá! Todo mal hecho. Y después se quejan de que no hay laburo. El que parece que se quedó sin laburo fue...
Cuando estaba a punto de gritarle "¡Bastaaaa! ¿por qué no te callás un poco y te vas, por el amor de Dios?" recordó el fuerte carácter de María Antonieta. Recordó también su no menos fuerte cross de derecha, así que optó por palabras más medidas que pudiesen transmitir el mismo mensaje:
- María Antonieta, me gusta cuando callas, porque estás como ausente.
- ¡Ay! ¡gracias, bichi!
Como podrán ver, lo que nos llega muchas veces es parcial, está deformado o embellecido. Las frases célebres se parecen a los bonsáis. Parecen bellas y naturales pero por dentro están llenas de arreglos y forzamientos.
Despídome con aquella severa sentencia que dirigiera Alejandro Magno a su tutor Aristóteles cuando entendió que había llegado la aciaga hora de partir:
Chau.