viernes, 20 de junio de 2008

¿Y donde está el criterio?


Los hombres buscan reconocimiento de las formas más diversas. Doctorados, maestrías y otras yerbas no son más que una manera académica de decir: "¡Quiéranme!". La explicación de cómo lo que hago es fundamental para que la empresa en la que trabajo no colapse, dejando a miles de personas en la calle, responde a la misma raíz. Incluso la secreta intención de los dueños de mascotas no es otra que tener un ser vivo de voluntad escaza que pueda escucharlos en un acto de veneración mientras espera por su alimento. El problema es que no todos logran en la vida tener títulos tan rimbombantes como "Doctor en Física nuclear", "CEO de Engieneers Inc." o "Dueño de Pelusita". En estos casos, la búsqueda de reconocimiento se vuelca hacia terrenos más intangibles, en los que se pueda obtener el mismo sin los gastos que supone estudiar 15 horas por día, trabajar 17 o levantar materia fecal de la calle. Así, algunos infelices abren blogs o se autocoronan con títulos que son dificilmente corroborables: "yo soy enganche*", "soy un bon vivant", "soy el rey del ludo", "mis amigos me dicen el Negro". Quizá este último sea un poco más corroborable, pero no es ninguno de estos casos el que me interesa; quiero hablar sobre uno en especial: "Amante del cine".

Así dicho, el mismo mote puede aplicarse a un seguidor del cine rumano como a un seguidor de las películas de Leslie Nielsen (categoría en la que me integro con orgullo) Lo que voy a tratar de desenmascarar es la diferencia que hay entre los dos tipos de amantes del cine, para mostrar que, mientras los unos son esforzados seguidores de las artes visuales, los otros son, lisa y llanamente, perversos. Esto sin que vaya en desmedro de la genialidad de Leslie Nielsen o de mi propio criterio cinematográfico.

De los primeros basta otear superficialmente la soporífera e interminable lista de películas que ven para darse cuenta de que el placer es una cuestión totalmente secundaria en su afán. Quién haya visto la película "El Golem" podrá atestiguar que, si no se descubre algún tipo de revolución cinematográfica implicada, no queda más que atribuirle la misma utilidad que a un narcótico. Nos queda entonces el segundo tipo de amantes del cine, que son aquellos que, ya sea desde el cine, el videoclub o el e-mule, toman contacto con todo lo que Hollywood arroja sobre nuestras existencias. ¿De donde viene esa perversidad manifiesta? Tres puntos bastarán para explicitarlo:

a) la irracionalidad: si bien es verdad que la ficción implica dejar de lado un criterio de estricta realidad para que la historia pueda desarrollarse, la recurrencia de ciertas imágenes hacen pensar que se quiere suspender definitivamente todo criterio de realidad. Hay quienes podrán ver detrás de esto un complot de la corporación hollywoodense para justificar la política exterior norteamericana o para tapar el aumento de los comodities, pero yo no voy tan allá. Digo que si quieren hacer que un simio (o cualquier otro bicho) gigante azote una ciudad, me parece perfecto, pero lo que no voy a aceptar es que que nos quieran hacer creer que se puede desarrollar una persecución policial por las intrincadas calles de una ciudad europea para salvar a una persona sin pisar a otras 40 en el camino. O que Nicholas Cage es un buen actor sólo porque puede poner cara de consternación. Pero como dice, el dicho, "la culpa no es del chancho sino del que cree que Nicholas Cage es un buen actor". La omisión de racionalidad es aquí el primer indicio de que este tipo de amantes del cine no son el tipo de personas que uno quisiese como novio de su hija. Los habitantes de las pequeñas ciudades de Europa todavía sufren los estragos que estas imágenes producen en su seguridad vial.

b) la injusticia: para que el nombre genere el reconocimiento deseado, la gente tiene que asociarlo con el primer tipo de amante del cine, por lo que se necesita el desprecio de algunas películas para que parezca que su criterio se levanta por sobre el nivel del vulgo. Pero dijimos que absorvían acríticamente todo lo que viniese de Hollywood. Así, este snobismo de baja estofa se posa sobre el cine nacional, de cualquier nacionalidad que sea la persona. Esto no se aplica a los norteamericanos, que no sé como lo solucionarán. En el caso del cine vernáculo, desprecian a las comedias argentinas como lamentables, ya que no tienen la trama ni las actuaciones de las magnánimas comedias norteamericanas. Pero todo aquél que haya visto la saga Scary movie o toda comedia que parodia un determinado género de películas puede constatar que los guiones parecen escritos por un adolescente de 15 años conocido como "reservorio de testosterona" y que actúan aquellos que todavía no alcanzaron la madurez del guionista. Sí, he visto esas películas, pero ha sido con un interés meramente científico. Siento que no se me ha recompensado lo suficiente.

c) la inmoralidad: llegamos al punto neurálgico de nuestra argumentación. Aquí, pletóricos de perversidad, nuestros amantes de segunda clase suspenden todo juicio moral. No en un sentido kierkegaardiano, sino en un sentido muy propio de estas bestias carentes de alma espiritual. No se sabe por qué, pero el protagonista de una película no cae bajo los cánones morales de occidente. Congelamos toda moralidad en favor de nuestro héroe. Siempre queremos que le vaya bien por el simple hecho de que es el protagonista. ¿Quiere encamarse con la mujer de su mejor amigo? ¿como negárselo después de haber visto como la mira tiernamente mientras ella se mueve en cámara lenta con violines de fondo? ¿Quiere asaltar un hogar de ancianos para pagar una deuda de juego, porque perdió su plata contratando prostitutas VIP para festejar una buena venta de cocaina en un jardín de infantes? "¡Que no lo descubran! ¡que no lo descubran!" Uno pensaría que habría que hacer una reflexión al respecto, pero solo aguaría lo que los hechos nos marcan con una contundencia irrefutable.

Señores, la próxima vez que en un encuentro social les pregunten si les gusta el cine, asegúrense de haber visto por lo menos 10 películas en blanco y negro y otras 10 que no tengan un final feliz antes de responder que sí. Leslie Nielsen así lo hubiera querido.

* nombre con el que se designa al mediocampista encargado de generar las jugadas ofensivas de un equipo (nota del autor)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sabias palabras de quien fuera a ver "Mingo y Anibal contra los fantasmas" con su Papa

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