Señores, el tema que estoy por tocar tiene aristas cuya profundidad va más allá de nuestra imaginación. Sobre todo porque me resulta tremendamente difícil imaginarme una arista con profundidad. La cosa es que abordaré una cuestión doblemente sensible. Sensible por las acaloradas discusiones que genera y sensible por sus consecuencias practicas.
Me referiré a la influencias de la Psicología en la vida cotidiana.
Ya está, lo dije. ¿Cómo que "¿eso era?"? Sepa que camino sobre una cuerda floja enjabonada extendida a 100 metros de altura sobre amenazantes púas rociadas con limón. No tanto por lo que pueda decir la comunidad psi en general (bastaría con pedirles una definición de la psicología para que se empezasen a matar entre ellos) sino porque mi mujer es psicóloga y una patinada aquí podría costarme un par de días durmiendo en el sillón. Debajo del sillón, para ser más exactos.
Por eso renuncio desde ahora a hablar sobre psicología, para simplemente describir qué es lo que la psicología ha alterado en la vida de los legos en la materia. Lo primero que hay que decir es que dado que no tenemos noticia de denuncias de mala praxis psicológica, todo aquél que haya escuchado alguna vez a un estudiante de psicología decir el nombre de una unidad del programa de una materia que estudiaba se siente en condiciones de ensayar teorías e interpretaciones sobre las cuestiones más variopintas. Algún desorbitado tratará de situarme a mí mismo en esta categoría, pero como lo mío no es latente sino manifiesto, está todo bien.
Decía, esto puede dar lugar a los más vergonzosos intentos de interpretación. No importa cuanto intenten los psicólogos convencernos de que algo no puede ser interpretado en el aire, nosotros queremos un par de tips de la misma manera que le pedimos a nuestro amigo que acaba de gastar $2000 pesos en un curso de magia que nos enseñe un par de trucos para impresionar a una muchacha. Y no cejamos hasta que logramos una afirmación taxativa. Por ejemplo:
"Soñar con máquinas hace referencia a la potencia sexual".
- ...y entonces, cuando las papas fritas mutantes -que en realidad eran los primos de un compañero de primaria- venían a hablarme, yo agarraba un aut...digo, un Airbus 7337 y me iba a otro lado. Y entonc... momento, pero el avión iba lleno de minas lindas ¿eh? Porque ya veo que como había pibes en el sueño y una máquina vos pensás que soy gay. No, en realidad eran primas. Sí, eso, primas pechugonas.
El primer concepto psicológico que asimilamos es el del complejo de Edipo. Y la primera reacción es la del rechazo simple y llano. "¡¿Con mi vieja?! Estos están todos podridos. ¡Podridos!". Al poco tiempo, aceptamos que para poder fungir de psicólogos debemos aceptar este principio. Pero, con esa aceptación, a la vez que se rompe en nosotros la pureza del recuerdo infantil, se erotiza la relación filial. Los niños ya nos son angelicales criaturas cuyas potencialidades serán desarrolladas merced de una cariñosa educación, sino potenciales parricidas a la espera de una oportunidad*. La sospecha cunde. Ya nada es lo mismo.
Antes de Freud:
- Mamá, te quiero mucho.
- Yo también.
Después de Freud:
- Mamá, me resultás simpática de una manera asexuada, más cercana al ágape que al eros.
- ¡¿Dónde está tu padre?! ¿qué hiciste con él? ¡habla, bastardo, habla!
Antes de Freud:
- ¿A quién querés más? ¿a tu papá o a tu mamá?
Después de Freud:
- Inconscientemente, ¿a quién preferís matar? ¿a tu papá o a tu mamá?
Esta sospecha se disemina por nuestra vida. Creemos que, al haber sido introducidos en los misterios del Arcano, podemos detectar las interpretaciones que se tejen en torno a nosotros. Como si se tratase de un juego de espías, nadie quiere dar pie a una interpretación. El silencio se cierne sobre hombres y mujeres de ceño fruncido y pipa imaginaria. Sólo los valientes se atreven a afirmar algo...
- Sos un pelotudo.
- ¿No estarás proyectando en mí aquellos aspectos de tu personalidad que no toler...?
- No, no, sos un pelotudo.
- ¿O estás sublimando una animosidad pretérita que...?
- ...en lugar de en el lavavajillas, metiste los platos en el lavaropas. Sos un pelotudo.
Intenta resistir, pero sabe que es carne de cañón. O de diván, lo que en este caso sería homologable. Es conciente de que tarde o temprano surgirá el complejo tema de los complejos. Y él se sabe tan pero tan acomplejado que tiene, a la vez, complejo de superioridad y de inferioridad. Por eso, entre tímido y altisonante, espeta: "¡Pero callate, taradito! ¡Yo soy mucho más infeliz y miserable que vos!".
Y vuelve a callar. Por la confusión de su interlocutor y porque teme cometer un acto fallido. Esas malditas palabrejas que escapan de la represión y se cuelan en el discurso conciente. Por eso calla.
Pero, vamos, que un acto follado le puede tetas a cualquiera.
* Al parecer, la visión negativa de los infantes (a los que llama "perversos polimorfos") que se detecta en la obra freudeana, está directamente ligada a una mala lectura del Mio Cid. Freud pensaba que los "infantes de Carrión" eran en realidad dos niños pequeños.