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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Impulsos




"Mi máscara de cordura está por caer"


(Christian Bale en Psicópata Americano)


¿Quién no se ha encontrado pensando algo sabiendo que no puede decirlo en voz alta sin caer en el desprestigio? Pensando una de esas cosas que no puede tener ninguna aceptación social y que uno esconde como un secreto con uno mismo. A veces son pensamientos, otras veces son sentimientos o ganas de hacer algo que bordea la línea divisoria entre lo aceptable y lo prohibido. Pero del lado de lo prohibido.


La situación es la siguiente: estoy bajando las escaleras hacia el andén de una estación de la línea "C" del subte. Vengo algo apurado. Me topo con dos ancianas que ocupan todo el ancho de la escalera mientra bajan los peldaños uno a uno con una parsimonia dominical. Escucho el sonido de la formación llegando. Trato de apurarme. No puedo pasar por la derecha porque una de ellas está tomada del pasamanos; no puedo pasar por la izquierda sin empujar a la otra. La chicharra indica que las puertas están próximas a cerrarse.


Es en ese momento en el cuál un pensamiento terrible y catártico me pasa por la cabeza: "Qué ganas de empujarla con todas mis fuerzas". 0.002 nanosegundos después reprimo el pensamiento. Bueno, quizás haya sido 2 segundos después. 15 minutos. 15 minutos pero no más que eso. Eventualmente me reprocho haber pensado una cosa así.


La locura no tiene que ver con la incapacidad de concebir algo disparatado, sino con no poder salir del mundo creado por esos pensamientos. En este sentido la libertad es embriagante: uno a cada momento podría hacer algo salido de contexto. No se necesita mucho tiempo para realizar una acción que tenga consecuencias. Eso sí, en general es más fácil y rápido algo con consecuencias negativas. Uno puede estar 5 meses construyendo un magnífico castillo de naipes pero arrojarse encima le tomará sólo 3 segundos (estoy más lento, ya no tengo buen arranque) Uno puede estar construyendo una red laboral desde hace años y -a base de trabajo a detajo y a deshoras- puede haber conseguido que lo inviten a la reunión donde los socios de la compañía discuten los temas importantes con vasos de whisky en la mano. Y, en medio de esa reunión que demandó tantos años de esfuerzo, decir: "¿Usted dice esa imbecilidad en serio? ¡VIVA MERY POPPINS! ¡VIVA MERY POPPINS!" mientras agita sus brazos arriba y abajo como un simio.


¿Nunca sintió ese vértigo? "Si ahora saltase por la ventana ¿hasta donde llegaría?". No se trata de ideas suicidas, sino tan sólo de impulsos irracionales, risibles e incluso infantiles que podemos compartir sólo con nosotros mismos. Trate de imaginar algunos menos dañinos:


"Ahora, en la mitad de la comida con mis suegros, me acuesto arriba de la mesa boca arriba"; "en la multitudinaria conferencia del Dr. Spock, levanto la mano y le pregunto qué le parece mi equipo del Gran DT"; "voy al supermercado a jugar al 'jenga' con la pila de latas de arbejas que están en oferta" y así.


Antes de que me encasille y diga "pero qué mal que está este muchacho", aclaro que el chiste está en no hacerlo. De otra manera habrá saltado el alambrado.


¿Quiere experimentar el vértigo? Escriba un mail que diga "Usted es un pelotudo. Saludos cordiales". Ponga la dirección de su jefe en la barra. Lleve el mouse hasta el casillero Enviar y levante el dedo. Ahora quite el cursor de ahí y cierre todo. Emocionante ¿no? Si tiene mal pulso, le recomiendo que primero pruebe hacerlo poniendo la dirección de un compañero de oficina que le caiga mal. Por si acaso. Y cuídese de relajarse sobre el enter después de quitar el cursor.


¿Que si yo lo hice? ¿está usted loco?


miércoles, 29 de julio de 2009

Teorías conspirativas


Alguna vez (ésta en particular) cité a Chesterton diciendo que no hay nada más errado que la caracterización de la locura como la pérdida de la razón. La locura vendría, en cambio, de una racionalidad exacerbada que desprecia el prosaico sentido común. Estas mentes adictas al vértigo suelen avocarse a dos temas indudablemente atractivos:

a. El fin del mundo.

b. Las invasiones extraterrestres.

Y me parece bien. No vale la pena hacerse enormes problemas si no es por algo que merezca hacerse enormes problemas. ¡Por supuesto que valdría la pena hacerse enormes problemas! ¿Qué pensaría usted si un día vuelve cansado del trabajo y en su sillón hay un alienigena con sus pantuflas tomando un Gin tonic? Sí, sí, sacando de tu botella de la que queda poco. ¡Ahhhh! Ahí sí. Siempre la misma historia, hasta que no los toca directamente no reaccionan. Así estamos.... así estamos.

En fin, como siempre, considero que la respuesta última y definitiva a este tema no está en otro lugar que este blog. Lo cual es manifiestamente positivo para los dos. Para mí porque mi ego no se ve afectado por refutaciones y para usted porque se ahorra tener que buscar información fidedigna en otros lugares. Ganamos todos.

El fin del mundo

Cada cierto tiempo aparece algún iluminado que descubre algún código secreto que devela la inminencia del fin del mundo (la inminencia es un factor importante, porque si sale con que se pudre todo en el año 2315 no le interesa a nadie. ¿No le digo que si no los toca directamente no reaccionan?) Vamos a obviar cómo socavan la credibilidad del antedicho iluminado las sucesivas correcciones necesarias para justificar nuestra permanencia en la existencia después de la fecha inicial para ir a la cuestión de fondo: ¿por qué diantres alguien anunciaría una cosa así en un código secreto? Hay dos opciones: si el codificador quería que la gente se enterase ¿para qué lo codifica? Si, por el contrario, no quiere que nadie se entere ¿para qué lo codifica?

Vayamos al primer escenario: ponele que el tipo quiere que todos se enteren. Dejar el mensaje de tal manera que sólo John Nash pudiese entenderlo equivaldría a lo siguiente:

Madre: - Pepito ¡no me avisaste que ibas a salir!

Pepito: - Sí lo hice. Te dejé un Bon o bon arriba de la mesa.

Madre: - ¿y?

Pepito: - ¿Cómo "y"? El Bon o bon es de Arcor. "Arcor" viene de Arroyito, Córdoba. A Córdoba fuimos durante las vacaciones de invierno del 93 en el Renault 19 de papá. ¿Y donde dejaba papá el Renault 19? En el garage de Tito, que todos saben que era chef de profesión. Tito murió de un paro cardíaco. Con lo cual, si te hubieras desplomado en la cocina, hubieses visto que abajo del mueble había escrito "Salí. Vuelvo a eso de las 9".

Pero, por supuesto, siempre hay alguien que se opone a que el secreto sea descubierto porque afectaría sus intereses. Pongamos por caso el FBI, la Iglesia ortodoxa rusa o la Coca-Cola. Porque lo preocupante no es que se acabe el mundo, sino que la gente se entere y deje de comprar Coca-Cola.

O puede pasar que alguien descubre algo de lo que espera que nunca nadie se entere. ¿Se lo calla? ¡No! ¿destruye toda evidencia que permita llegar a ello? ¡No! Hace lo que cualquier animal racional haría: deja pistas complicadas que despierten la curiosidad y que lleven a su conocimiento. Como yo, que dejé una nota en la mesa de comedor de lo de los padres de un amiga diciendo que NO revisen mi cajón porque no hay nada (en realidad, hay una nota donde digo que el novio de su hija en realidad es p5t4. ji, ji, ji) Misterioso. Todo muy misterioso.

Las invasiones extraterrestres

Mucha gente deja ya de preguntarse por su existencia para preguntarse directamente qué nos quieren decir o qué tanto deben preocuparnos. ¿Qué nos quieren decir con lo dibujos en los campos de trigo o con las líneas de Nazca? Haremos lo propio y partiremos de la aceptación total de su existencia. Ante todo cabe preguntarse ¿por qué habría de ser un mensaje críptico? Quizás nos quieren decir -como alguna vez leí en un chiste- que odian el trigo. O quizás ni siquiera estuviesen tratando de decirnos algo. Quizás las líneas de Nazca son parte de una bienal artística temática "en la tierra" de la que Stonehenge y los Moais de Isla de Pascua son parte. O quizás fuese algo todavía más pedestre:

Nave madre de los Xyonguitas. Año 84:

Zorg: - ...y estoy pensando en hacerme un tatoo.

Blorg: - Mirá vos ¿qué te vas a hacer?

Zorg: - Algo tribal. Tipo un mono o un pajarito.

Blorg: - No me hago una idea ¿cómo sería?

Zorg: - ¿Cómo te explico? Mejor te lo dibujo en aquella llanura.

Pero no, nosotros insistimos en que seres de otros mundos con tecnología tan avanzada como para llegar hasta acá no entienden que un ser humano no mira las cosas desde 300 metros de alto. Además, nos preocupa que puedan tomar el control del mundo ya que, si bien habrían llegado en los 50's, al parecer vendrían demorando la conquista por cuestiones presupuestarias o de burocracia intergaláctica.

Escribo esto aún sabiendo las incomodidades que me deparará este texto. Se me acusará de ser un vocero de los alienigenas o se me endilgará la membresía a la oscura secta de pescadores de la laguna de Chascomús. Incluso habrá quienes crean encontrar en este texto un código secreto del que se deducirá el fin del mundo para la 8va fecha del Clausura 2021. Así que estén advertidos, si escuchan hablar de algo así como el "Código Benegas", desechenlo por falso. Zorg así lo hubiera querido.

viernes, 17 de abril de 2009

Razonablemente irracional


Lo que han caído por estos lares en más de una ocasión podrán dar fe de que hay ciertos temas que se repiten. Profundizaciones helicoidales u obsesiones cuadradas, la cosa es que hay ciertas ideas que de tanto en tanto vuelven a aparecer. Una de ellas es la de la locura.

Uno de mis primeros posts lo dediqué a mostrar que era imposible distinguir la locura, lo que me valió diversos comentarios en los claustros académicos. Mis detractores se agruparon en tres grupos: los que sostenían que mi hipótesis debía ser revisada y corregida, los que postulaban que era errónea y fácilmente refutable y lo que decían que yo era un pelotudo marca cañón. Esto me llevó a revisar mi teoría para concluir que no debía reformularla, sino simplemente llevarla más allá. Por eso aquí me permito sostener no sólo que es difícil diferenciar la cordura de la ausencia de ella, sino que además la locura es muchísimo más ventajosa.

(La multitud se levanta enardecida. Unos irrumpen en aplausos. Otros se deshacen en insultos. Un señor de bigote que se había dormido al fondo se levanta sobresaltado por los ruidos. Como era de suponer, se suma a los que putean)

Explico. Si uno se corre un poco de la lógica promedio, el resto se encargará (con gestos, palabras o la total ausencia de éstas) en marcarlo. Pero si uno le escupe a la lógica y las buenas costumbres en la cara, el resto -quizás por reflejo- interpretará que debe reconducir ese comportamiento hasta la lógica por algún camino. ¿No se entiende un pepino? Y que quiere, señor de bigote que insulta desde el fondo, si hasta recién estaba torrando. Seré lo más gráfico que pueda: si en el marco de una comida con los padres de su novia una persona eructa, las más desaprobatorias miradas caerán sobre él (cuando no algún objeto contundente) Pero si en cambio el sujeto en cuestión se para y entona la marsellesa eructando, a los padres de su novia no les quedará más que pensar que debe ser algún tipo de reconocimiento propio de la cultura tunecina que ellos no alcanzan a entender. Si un profesor entra a la clase con un traje que no combina o de colores muy fuertes, los alumnos pensarán que está medio pirado. Si en cambio entra con un tutú, pensarán que los invita a no someterse a la moda capitalista, a eliminar prejuicios o alguna sandez del estilo. No, no lo probé, pero clavado que es así. Quién entre a la oficina de su jefe y le grite que es un inútil, probablemente deba buscar otro trabajo, pero si entra vestido de Teletubbie y le dice: "sos un inútil, tu vida me da lástima y tengo una aventura con tu mujer" entonces el jefe reirá pensando que se trata de algún "día de algo" del que no le llegó el mail de recursos humanos. Es decir, nosotros tendemos a completar el hueco con nuestra propia racionalidad. O sea, los locos están resguardados. Nosotros, no.

Una vez probado mi punto de manera brillante e irrefutable, mi magnanimidad me obliga a permitir la posibilidad de reivindicación para los confundidos de siempre. Les propongo hacer el sencillo ejercicio de inventar justificaciones racionales para comportamientos irracionales. La mejor justificación gana. ¿Como que qué gana? Gana. El título de ganador. No, no va a haber un diploma. Si quiere puede hacer una impresión de pantalla y pegarla en un word o un excel. "Impr Pant"...lo tiene ahí arriba..ahí. No, no le voy a mandar una firma virtual. Cortela que se están yendo todos. Vamos a los casos:

CASO n°1: www.queloparió.com. Portal para embarazadas. Foro sobre los cambios en el tercer mes. 15:52 hs.

Mónica77 dice: ¿Qué tal? Yo acabo de pasar el tercer mes y a veces cuando me miro en el espejo me veo con cabeza de buey y quería saber si es normal.

QLP dice: Cierta hinchazón es normal por lo que puede ser que una no se sienta linda. Para eso es bueno tomar agua y levantar los pies.

Mónica77 dice: No, no. No entiende. Literalmente veo una cabeza de buey. Como si fuese la señora Minotauro o una divinidad egipcia.

Justificación:

CASO n°2: Programa de radio"Copate con Charly". FM 3.141632. 14:06 hs.

Conductor: - Y llegó el momento de ir a los pedidos del público. ¿Hola? ¿quién soooos?

Público: - Hola, soy Jimena de La Paternal y quería pedir el Capítulo 3 del Quijote. La radio está re-buena. Chauchis.

Justificación:

CASO n°3: Teatro Colón. 22:10 hs. Otelo. Acto II, escena 1a. Un individuo se para de entre el público y, visiblemente emocionado, exclama:

- ¡A ESTOS PUTOS LES TENEMOS QUE GANAR! ¡A ESTOS PUTOS LES TENEMOS QUE GANAR!

Justificación:

CASO n°4: frente a su computadora, una persona se propone navegar en la web un rato. Tipea http://www.kairos-apuntes.blogspot.com/

Justificación:

Recuerden que no se puede alegar locura, aunque si pueden postular un caso propio con la justificación pertinente. O comente cualquier cosa. O no. Bah, haga lo que quiera.

miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Y si Stanley Kramer tenía razón?


Cuando, comentando algún evento, una persona exclama: "¡Que loco que está el mundo!" tengo que confesar que no sé que hacer. Debería interpretar que lo que dice del todo lo afirma también de sus partes. Entre esas partes me encuentro incluido, por lo que se desprende que me está negando razonabilidad. Y eso no le gusta a nadie. Atendiendo a mi carácter no belicoso y al probable descuido que se le haya deslizado a nuestro pobre imbécil, decido que lo mejor es educarlo al respecto. Quizás incluso yo haya cometido la falacia de división. Eso tampoco le gusta a nadie. Bah, por lo menos a los que saben qué es una falacia. Bah, a los que la sufren. Bah, quizás a nadie le importe. Lo que sacamos en limpio es que debo educar a un imbécil. Pero cuando me dispongo a iluminarlo, veo que en la actualidad reconocer la locura es cada vez más difícil. Podría decirme que es porque el mundo se volvió loco, pero quedaría como un imbécil. Y eso -y cometer falacias de división- es algo que no le gusta a nadie. Concedo que es difícil, pero esto ocurre porque los parámetros han mutado hasta dejar al observador imparcial en el más absoluto desconcierto.

Signos con los que antiguamente se identificaba a una persona como insana:

a) Habla sólo.

b) Cree que es alguna celebridad.

c) Hace cosas irracionales.

d) Se percibe su aspecto sucio y desprolijo.

Pero un espíritu lógico me obliga a plantear como inválidos todos los signos anteriores. Veamos cuales serían los sed contra (pero en cambio) que desarticulan cada una de estas tortugas donde los amigos del lugar común sostenían su mundo de adjudicación de locura:

a) la irrupción en el celular de la tecnología de manos libres ha hecho imposible distinguir cuando una persona habla sola. Tanto por la calle como encima de un auto (entiendo "encima" como "dentro de" pues si se entendiese como "arriba del techo" quizás entonces tendríamos alguna pista sobre el estado mental del individuo en cuestión) podemos ver personas que hablan cuando no hay ningún interlocutor o aparato telefónico a la vista para avalar la práctica. Es más, a mayor nivel adquisitivo el aparato es más sofisticado, lo que en telefonía celular muchas veces quiere decir más chico. Algún atrevido podría decir que entonces habría que fijarse en el nivel adquisitivo para ver si es una persona sofisticada o un loco de mierda. ¿Como? Viendo el traje que porta o el auto en el que está. Pero si ese fuese el caso, la gente no debería hacer terapia sino solamente ponerse trajes caros o subirse a Mercedes Benz. Esto dejaría a los psicólogos sin trabajo y a los dueños de concesionarias de autos caros en el Olimpo económico. Los psicólogos, quebrados económicamente, no podrían acceder a trajes caros o un Mercedez Benz y serían declarados "locos". Paradójico, pero claro como el agua.

b) Napoleón fue un gran personaje histórico. Su legado en nuestros días consiste en la bastardeada imagen de una persona con un gorro atravesado y la mano en su panza en un manicomio. Si bien le echo la culpa de esto a la revista Condorito, al parecer un signo inequívoco de locura es creer que uno es una persona famosa. Pero basta un poco de zapping para ver ignotos seres humanos sin mérito alguno que, de la noche a la mañana (tal sería la mutación en la grilla televisiva), se convierten en personas cuyas opiniones merecen ser escuchadas por miles de personas. Todo el que ha visto Gran Hermano (y lo ha negado frente a los que se lo pregunten) puede dar cuenta de como, después de no hacer nada en una casa por 100 días, uno queda habilitado para hacer una reflexión sobre la realidad política del país o sobre las peleas internas de otros ignotos semejantes en un programa de chimentos. O eso me han contado ya que -más que de fugaz pasada- nunca he visto ese programa. En resumen: es muy difícil determinar quién es famoso y quién no.

c) Es verdad que alguien que hace cosas irracionales, según el antiguo principio operari sequitur esse ("el obrar sigue al ser"), debe ser irracional. Pero cuando se determinó cuál había sido la obra de arte más influyente del siglo XX, se eligió "Fuente" de Marcel Duchamp. Sí, el minjitorio que se aprecia en la foto. Ahora, eso nos vuelve a plantear si el mundo no se ha vuelto loco. Pero como no queremos caer en la imbecilidad, saltearemos con disimulo este punto asumiendo que lo hemos resuelto positivamente. Eso hicieron los curadores ingleses que eligieron Fuente ¿por qué nosotros habríamos de ser menos?

d) Nos queda siempre la percepción directa: la barba tupida y desalineada, la ropa rotosa, el murmullo inteligible en tono violento... Pero cualquiera que haya visto las imagenes de un actor de Hollywood en un día libre rodeado de paparazzis sabe que no se distingue de lo que acabo de enunciar. Además, es notable como la moda va evolucionando hacia la no-moda. Las humildes ojotas y la remera blanca de cuello vencido que antes eran propias del portero que baldea la vereda en verano, son ahora artículos indispensables en el guardarropas de cualquier metrosexual que se precie de tal.


Quizás no nos quede más que rendirnos a la evidencia de que los únicos razonables sean los locos, según nos dice Chesterton, con cuyas palabras (en un sentido homenaje a Gog) terminaremos esta irrupción: “Los que han tenido la desgracia de tratar con gentes que se encuentran en pleno desorden mental o muy próximas a tal estado, saben que la característica de estas gentes es una espantosa, una siniestra clarividencia del detalle, cierto don para relacionar entre sí las cosas más distantes, mediante mapas y enredijos mentales tan confusos como un laberinto. Si os atrevéis a discutir con un loco, lo más probable es que llevéis la peor parte, pues, por mil insospechados caminos, su mente va siempre tan a prisa, que en vano procurarían alcanzarla los pasos contados del buen juicio. Ni siquiera le estorban al loco el sentimiento de lo cómico, las consideraciones de caridad o las obscuras certezas de la experiencia, y, por lo mismo que ha perdido muchas de las sensibilidades propias de la salud, resulta más puramente lógico. Ciertamente, nada hay tan equivocado como la frase hecha con que se designa la locura: la pérdida de la razón. No, el loco es el que ha perdido todo, todo menos la razón.” (G.K. Chesterton, Ortodoxia, FCE, p. 31).


Nota del autor: Stanley Kramer es el director de la película "El mundo está loco, loco, loco" de 1963.
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